miércoles, 15 de diciembre de 2010

Pelota de goma

 
Bala de goma (pelota la llaman para quitarle gravedad al tiro) recogida por este que sufre la vida  como si fuera un vidón. Con uve de vida. Que no un suvidón. Y esta ya no sé si va con uve.
Con uve de victoria o con uve de vendetta, esta bala de goma, que mató a alguno-a en la transición que nunca supo contar la Prego, ni el PCE, seamos claro; fue recogida, repito, por este poeta a domicilio, delante o al lado de la prisión de Carabanchel, hoy ruina poética, campo de amapolas, memoria histórica, si es que la memoria sabe de qué está hablando.
Fuimos hasta esa cárcel, en una pantomima a la que acudimos algunos para que soltaran a Don Santiago Carrillo, detenido con peluca para poder soltarlo con peluquín. Todo era peluquín, amiga Prego, en la transición. Así transitamos hoy.
Desde entonces tiene Don el Sr. Santiago. Maldita sea la vida si la vida es la vida. O el vidón.
Ahora la pelota, adorna una estantería de yeso, sobre pedestal de pvc capturado en la playa, y proveniente de una red de pescador que arrojó sus sueños a la mar.
Qué bonito es el tiempo que no existe, y perdona al que sí. Al que está. Ese tiempo pendiente de que te descuides, para marcar las horas, los días, los meses. Tiempo. Pregúntenle ustedes la hora a los gorriones. O a mí.