jueves, 20 de junio de 2019

Hoy es mayo

Cuando hay una temperatura que lo moja todo. Y a pesar del frío sudor ella no deja de abrazar de ti todo lo que puede. El cálido brillo caliente de tu beso. La joya presta a demostrar su soledad si es ensalivada con presteza. Al final del apaciguado hielo siempre hay ternura. Y más tarde guardó estas palabras en un humilde cántaro de barro. Y esperó la llegada del cálido verano para oír su voz.

Isla Negra, la que no está en las cartas de navegación

Según ellos yo debería dejar mi casa, los vencidos vencejos al aire húmedo de la mar, las alas de las gaviotas flotando lentas como pluma cálida, el vuelo tormenta de las palomas y el canto de mirlos y alguna golondrina feliz. Dejar el perfil de África dibujándose en el horizonte, perfil amenazador, insistente, plácido continente de brumas. Debería dejar el miedo y tener un hogar de barro habitado por arañas y grillos. Lleno de nidos y troncos y barcos hundidos. Algún mascarón de proa sobre la mesa compartida, a la que asiduamente (constante o persistente, como esa ola contra la arisca piedra) vendría a tomar café un señor insoportable y anónimo, pero que insiste en hacerse pasar por un tal Pablo Neruda.

Poesía nómada

A veces busco libros que no tengo. Los busco entre los muebles de la memoria. Son siempre libros de poesía que se mueven de aquí para allá sin dejar rastro. Y de vez en cuando, afortunadamente los encuentro en un traslado, en aquella estantería que creí perdida, en un cambio de casa, esa o esta, la casa que un día pensé habitar. Siempre me siento afortunado encontrando el libro en la casa que no busco.

Hojas

Tengo un bajón de enervaduras. Una sequía en el estrato esponjoso del mesófilo, y llevo otoño allá donde llego como un bosque estremecido. Y en esa poquedad transciendo la vida hoja sobre hoja, en un inarmónico foliare innumerado de savia agónica sobre la que los amantes se anidan para dejar sobre ellas su deseo irrefrenable de tristeza muerta. Incluso a cada instante recurro al folio en blanco y su vértigo de lineas emborronadas para defoliar la carne enaltecida, el tierno veneno de los herbicidas. Y voy muriendo sobre el blanco, escama a escama: la escasez que me queda de aquellos encuentros en la floresta.

Expectador

Existe un placer en todo. Solo hay que dosificar la tristeza y el tiempo. Y en esa lentitud esperar. Esperar que la tristeza y el tiempo no se interrumpan. La luz filtra ese placer. En ese paisaje nunca estás tú. Eres un observador.

Ojos

He mirado más allá de las puertas de Tannhäuser, incluso escalé los 124 peldaños de la torre de Castilnovo. Miré dentro de los búnkeres que protegían la luz diáfana desde una costa plácida y pacífica, y encontré dentro de ellos ametralladoras muertas en estancias vacías. La soledad de los que huyeron. Y miré de frente, sin apartar la vista, el mar Atlántico para presenciar el amerizaje de naves extrañas, mientras en mi café despedían reflejos brillantes los cubitos de hielo que lo enfriaban. Nadé en ese mar junto a atunes azules y amarillos, que lo cruzaban al inicio de primavera, y siempre había un muerto flotando con los ojos abiertos pidiéndome un vaso de agua.

Yo tenía las manos más bellas,
y era al árbol al que yo acariciaba.
No tenía tu rostro el árbol,
pero yo tenía las manos más bellas.

domingo, 16 de junio de 2019

Tú que eres como una casa pequeña

Tú que eres como una casa pequeña
donde no cabe un dedal,
ni un hilo ni una aguja,
pero coses letras en silencio
y en paciente soledad.
 que eres como un ojal que busca
el botón descosido de una página,
ahora que la luz entra por la ventana
e ilumina tus manos.

Y si acaso los textos no llegaran,
con su mezcla de paja y de papel
y una tinta de cloro estremecido,
a nombrar las veces que te amé
en una lengua enamorada y extraña,
cose también mi boca para siempre.





Barcos

Amo a mucha gente. Las he puesto en fila, las he barajeado dulcemente, como si fueran alas de pájaro, procurando no romper ninguno de los huesecitos que usan para acariciarse entre ellos; les he dado forma de corazón, les he pedido que se pronuncien. Y son demasiadas. Todas ellas miran al mar y ven barcos donde solo hay distancia.

Sacramento

Hoy he comido frutas,
no había bayas en el bosque,
pero tomé chirimoya por la boca,
melón de ovario interno
y pulpa jugosa.
Hoy no había frutas en el bosque,
tan sólo sobre mi mesa
caquis, fresas, guayabas.
Y el recuerdo pedúnculo
de una redonda y solitaria uva,
de un rosario interno de grosellas
al que recé líquidas melodías,
tierno ovario fecundado,
pericarpio carnoso y comestible.

Y Dios levantó un dedo.

Cerezas

Tomar cerezas en ayunas
es reflexionar en triste
sobre los versos de Neruda.
Pensar si el poeta tuvo en cuenta
la belleza echa carne de las flores
en un acto íntimo de entrega
entre tú y yo
ahora que la primavera
está llegando a su fin
y las flores del cerezo
se pueden paladear una a una
felizmente y de manera insaciable
con la boca de comernos.

Romanticismo

Como una máquina militante,
de aquellas que manejara Bertolt Brecht
en sus poemas
contra el pintor de brocha gorda,
aprieto los tobillos, me ajusto la cintura
y al paso de los blindados me acerco sigiloso
y con dientes de plata y escoria entre las uñas
abro fuego, feliz de ser un poeta valiente
que derribó una dictadura de cobardes
ardiendo en los patios señuelos del sistema.

Que mi sacrificio sea ejemplo
para generaciones futuras
y mi cadáver luzca expuesto
como nuestra de todo el romanticismo
que desde el año mil ochocientos y pico
recorrió el mundo de sombras inacabadas
hasta nuestros días de luz imperfecta.