domingo, 22 de julio de 2018

Julio

A veces no sé amarte
por eso aprieto un pez muerto 
en cada mano.
Solamente hago el amor una vez a la semana.
Los patios no eran azules bajo aquel cielo.
Tenías un vestido amarillo
y unas cartas grises en un armario.
Detrás de cada queja hay siempre un beso.
Cada cosa en su sitio anuncia una duda.
O cuando crees que un gesto
es suficiente para terminar con todas ellas.
Yo represento el amor porque soy
un caballo rojo sin herraduras
y tú una gitana desnuda
en una playa a la que el mar arroja tritones.
Todo cabía en un papelito doblado
del tamaño de una pequeña libreta.
Palabras sencillas garabatos humildes
hechos con la tinta negra
de un nublado recuerdo.
Solamente soy feliz una vez a la semana.
Pobre felicidad mía sometida a estos
caprichos tristes.

jueves, 5 de julio de 2018

Solos

Cuando los ordenadores se apaguen
y nos quedemos solos
será hora de mirar si entre los dedos quedó
alguna tecla abandonada con su nombre,
si aquel o ella
siguen acariciándonos las yemas de los dedos,
si entre las uñas un manantial de recuerdos
brota de aquel pasado de gente aturdida
buscándose entre las páginas de grafito,
que volaban tiernas a la velocidad de la luz
hasta los rincones más lejanos del planeta,
dibujando en las estrellas los rostros de silicio
de tantos solitarios al pairo azul-eléctrico del abandono.

Si entre los dedos quedó algo de la memoria de alas
de aquel icono que trasladamos
a los ojos de nuestra noche eterna:
se trataba de comunicar con solitarios corazones.
Será hora de mirar si alguno de nosotros
aún queda vivo de este miedo de teclas abandonadas
que han dejado de llamarnos por nuestro nombre
y somos un caso triste de la historia.

Comprobar que la pérdida de la caricia es sólo pasajera
y que dentro de mil años
los besos serán fríos, limpios y precisos
como el filo transparente del acero.

Diseño

Cuando ella se desnudaba en una pradera angosta del Courel salía el sol en la alcoba azul de una pequeña ciudad de Pekin y los campos de arroz próximos a la gran urbe se llenaban de pájaros amarillos y rojos. Y si acaso me besaba se producía un largo silencio en las carballeiras de Abandos. De todo ello quedó como testigo mudo un arroyo de agua que corría lento en busca del mar de los Sargazos, o de los pantanos de Indinuán infestados de nenúfares, cerca de las montañas negras de Cárpetas.
Mas no tomaron notas posibles amanuenses y la historia se perdió para siempre llevados los manuscritos por la corriente pedregosa de una tormenta que dejó 120 litros en una hora de olvido y silencio: aquel paisaje cincelado por De Chirico se hizo a imagen y semejanza de los paseantes. Llueve en Santiago el dos de Julio. Vine hace años a la ciudad de Algo a construir la vida. Aquí, donde la vida corre a raudales, agua y bosque. A eso vine. Fui soberbio. Pretenciosamente revolucionario. En mis límites, diseño emociones en la cocina de las grandes modistas de la alcoba, y hay seres solitarios en cada mesa de las terrazas abarrotadas de verano. Seres que se preparan para el invierno de sus vidas calentando sus huesos aprovechando un rayo de sol entre las nubes. Su piedra interior, la del eco, la que repite: Nunca debiste quemar todos lo navíos.