lunes, 23 de enero de 2012

Ciudad

¿Qué piedra a golpear subes ahora,
universal sombra que ardes
incinerada de pasión y ansiada espera,
escanciando tu dolor en ánforas de vidrio?
¿Acaso soy yo esa deidad,
ese extravagante afán?

La ciudad es un profundo pozo.
Fábricas e iglesias,
edificios de altísimas oficinas proyectan sus siluetas,
y las calles me enseñan una vida que presta
oídos a las luces, ojos a los ruidos,
boca a los márgenes propagados
de otras figuras abstractas o mal hechas,
perdidas, errantes, solitariamente únicas.





Responsable

Dicen que yo era humo teatral
humo de fogueo,
una pantomima.
Mas aquellos disparos
de tierra y lluvia
hechos en las sombras
moldearon en barro
mi rostro de cristal,
mi orfebre mirada,
la párvula especie de la que provengo,
la generación de los crispados
o de los tensos,
y algunos se llamaron así mismos
ufanos comprensivos,
llamáronse trabajadores
responsables,
levantaron el país,
(y lo levantan)
y yo cruzado de brazos y de espanto
viéndoles pasar sin aliento
y sin pábulo,
impasible, pensando en el horrible
responsable
que me echaban en cara
(y me echan)
mañana y tarde
y algún anochecer.