para no tener memoria,
introdujo entre sus dedos
la frente pensativa,
la mirada que sienten en la espalda los amantes
cuando se alejan,
y deseoso de la nieve gris del labio que no habla
pero besa,
sumose a los paseos que dan los ancianos
tambaleantes,
perdiéndose en las sombras, en el pasado
amargo,
oportuno
y secreto,
y nadie volvió a molestarle