sábado, 26 de marzo de 2011

Paul Verlaine


Me llega la noticia de que un blog amigo (Destrenzándome) ha decidido suicidarse. Ya dije que el mejor poema era el que no se ha escrito, y el mejor blog el que se cierra. Pero la muerte de un amigo siempre es dolorosa.
Bajo el rostro de latón de Paul Verlaine, y en su nombre recitamos estos versos de despedida:
Muertos los ojos, y sin fuerza los labios
apenas si se oyen sus palabras.

Viva Verlaine, que vive en los estantes de las casas. No como los blog que dependen de las centrales nucleares y son virtud de un pedo del demonio.
Guardamos un minuto de silencio escuchando “All Along the Watchtower” de Bob Dylan, en versión de Jimi Hendrix.

POETA VATE EN RETIRADA


Pero para luchar contra el gobierno de las cosas
este ser hizo pesas
se puso fuerte
y en adelante le llamaremos Goliat.
Por diversos motivos
que a la sazón le fueron dados como objetivos
fáciles: talleres de literatura o alguna performance,
creyó que podría ser poeta.
Y se puso a ello con la ilusión de un viejo vate
de aquellos que en un romántico tiempo pasado
llevaban armas o revólveres en la cintura
en el sobaco, junto al bolsillo del bolígrafo,
llamado por algunos bolsillo intelectual
por la cantidad de tinta que soportan
estas faltriqueras sobradas de balas
que sabían defender un poema.

Sus primeros versos escritos en una noche vulgar
donde no colaboraron las musas,
ni había estrellas ni melancolía
ni cielo encapotado que prometía lluvia,
decían así:
                 “amanamano cristal o estragos
de murano tal vez, qué fácil resulta esto
de escribir, a pesar de los pesares,
a pesar de aquellos imbéciles sacerdotes
que relacionaban honradez con ignorancia,
predicaban,
tal vez pensando con el cerebro de reptil
que aún todos portamos cerca de la nuca,
que en la sabiduría todo es malicia”.

Y cuando quiso poner punto y final a todo este
panorama lírico-mordaz, fue tarde:
triunfó, publicó, se afamó, fue feliz, le dio un infarto.
Cacho cabrón dijeron los amigos
cacho mamón exclamó la editorial.
Y unos energúmenos frailecillos con alas de ángel negro
le llevaron en volandas hasta unas huertas cercanas
donde amigos verdes de ecología poética
depositaron sus cenizas para que se alimentaran de él
las higueras los cerezos y un solitario nogal,
a la vez que gritaron tres veces:

Ropa tendida en la cuerda de las contradiciones