martes, 16 de enero de 2018

El invierno al sur

He sido el dos de espadas y el nada de oros,
obrero asalariado y también gratuito,
-Erri De Luca-


Leer a Erri De Luca al sol
poner piedras de invierno
en los tiestos de hibiscos
para que los vientos de la mar
no arrastren la tierra,
tender ropa interior o camisas
en la cuerda blanca de nylón,
y mirar al cielo azul,
la línea también azul de un mar con horizonte
al alcance de la mano,
mirar a la lejanía y no ver nada más que lejanía
mientras unos pájaros negros se posan y cantan.

Pintar los faroles negros del patio
o barrer las hojas secas del pelargonio,
contar las olas y escuchar el silencio,
roto de vez en cuando por largas campanadas
de una iglesia antigua y acomplejada,
fumar y oler café recién hecho
mirar al suelo y ver sólo suelo
y dentro de la casa amontonados y pacientes
libros libros libros
donde leo a poetas vivos casi todos muertos,
dormir sin fecha ni hora
y poder levantar los mostrencos huesos
hasta la ducha y las flores y la playa cercana.

Leer a Erri De Luca.

Llevo unos años que no hago nada de provecho

Poeta u hombre
o persona que tropieza,
vete haciendo una idea de cómo
será tu muerte,
tendrás un temblor en el parpado,
una levedad de nácar frío
bajo la flacidez de tu labio inferior,
sentirás un camino de piedras
en el estomago
y una fiebre de evidencias en las sienes,
y en los brazos el calor abandonado
de un miedo extraño.
Y ella o él tan sólo será un recuerdo
no más largo que aquel beso,
junto al cesto de cerezas.



Escenario lírico contumaz

No hay nada preconcebido en mí
me levanto con la mano en los testículos
y organizo el día como me sale de los cojones
ando y subo bajo y cojeo
de un pie diario y noctambulo
y así mido mis pasos y mis deseos
ajustando mi versátil devenir de escéptico
a la gramática de unas bisagras óxidas
que cada día abren una ventana
de pesadas hojas negras claveteadas en bronce
por la que amargamente vomito versos insanos
flores verdes amalgamadas con la feroz testosterona
de lo que queda de un hombre
que antes fue campana en los áticos
pedestales y almenas de la historia
en esta entramada patraña
más o menos trágica de un poeta recostado
al puto alba de los desprestigios.

La libertad tiene un precio.
Comienza otro día.

Buenos días

Buenos días España. Amarga y dulce verde y azul. Fría y tórrida. Luz templada como el filo azul de las navajas. Amigo gris y negro. Caen los días y todo es distancia y risa. Un pañuelo rojo olvidado en la playa. En algunas partes se muere con rabia y también con una tristeza infinita. Buenos días por nosotros. España. El norte añorado, el sur entre mis labios, y tú en ese horizonte como una fina línea separando el tacto dulce de las manos. Buenos días compañera transparente. Hermosa como un bosque de robles o castaños, de musgos inferiores, de helechos y humedad ligera. Que te llamas hermosa porque ambos lo queremos. Hermosa como yo, un soberbio lobo que habla con los hombres. O las fieras. Buenos días olvido. Cernuda. Y el beso crucificado de Vallejo.