lunes, 3 de mayo de 2010

De "Eyáculas"

Después de circundar con la punta de la lengua
el órgano sexual de él
ella dislocó el presagio del prepucio
arañando el hombro desnudo del muchacho
e hizo mutis sobre el vello de braille:
su pubis convulso fanático
se conmovió,
selló sus ojos con semen descubierto
en la oscura huella mineral del bálano:
cabeza abultada, glande túrgido y táctil ,
mano, dedos, labios y boca
lengua:
soldadura digital
sobre la carne uncida de su cuerpo.
Y tras el cristal transparente
sólo el aire.
El aire solo de la tarde
en el plexo solar de los muchachos,
donde el prado se extiende,
donde el musgo alardea
de rotos manantiales.

De "Huesos de Jibaro"


Republicano dolor

El ácido azul de las antenas
o los arcos triviales
primorosos
de los patios traseros.
El sueño como un arco de plata
tensado por dioses perdidos
bajo selvas sumidas
en los hielos eternos,
o cuando el hombre
sabe que a sus espaldas
se fragua una rendición sin piedad
ni condiciones.
Otro horror blanco y burgués
acogiéndose a la belleza fría
de pérgolas
y azuladas glicinias.
La persistencia de la obsesión
equiparable a ese inolvidable beso frío,
a la caída de la tarde
bajo el perfume que exhalan
los últimos cedros tristes.
Y nosotros presenciando la escena
con los párpados ciegos e inútiles,
bambalinas bellas
que nos protegían del miedo.