pero que presiento o sospecho tras de mí
sacando hilvanes de sangre de mi espalda,
se pregunta de qué descosidas cicatrices
nació
la palabra ausencia,
la
be de ravia,
la
uve de libre,
la
hache mundana que mira
los
pies desnudos,
las
alas encendidas de este minuto
que
vuela
perdido
para siempre
en
un sueño que se realiza
cada
vez que te miro
cada
vez que te beso o que te abrazo
mientras
planchas volubles camisas
o
enhebras agujas de saliva
y
coses a mi espalda el desorden de la tuya
a
las tres de un mañana
a
esa hora tan hermosa
en
la que te despiertas para amarme de nuevo
como
sólo los amantes vuelven
hermosos
más
hermosos que nunca.