martes, 13 de noviembre de 2012

Huelga General (2)

La Huelga General, no es lo que era. Antes, cuando los obreros eran pobres, una Huelga General daba gusto: derribaba un régimen. Hoy una Huelga General no derriba nada. El sistema se hunde con nosotros dentro. Hoy una huelga general derriba aquellas falsas ilusiones. Las ilusiones que nos hicieron tener. Ilusos. Tan sólo eran pases de magia: nada por aquí, nada por allí, y nos birlaban la cartera. La vergüenza. Nos comían la moral. Nos dejaban sin dignidad. Ilusión es ese estado hinóptico donde un trabajador imita al conejo de la chistera, volteada una y otra vez, por las hábiles manos de un mago burgués.

Hoy una Huelga General es un pacto de amistad y buena concordia. Es una huelga educada. Es esa ponderación que se les pide a los obreros, que deben tener, imitadores exactos de los defectos bellos de la burguesía. La escolástica, joder. La escolástica. ¿Que no les enseñamos en nuestras escuelas modales suficientes?

Incluso pareciera que el sistema, o los empresarios (¿no es lo mismo?) necesiten una huelga para identificarse con sus explotados. Tú me haces una huelga y yo te descuento el día. Se acoplan. Se unen, se desean. Y vuelta a empezar. Hay  amores que no matan. Y explotados y explotadores se extrañan. Se quieren. Mañana todos a la huelga. A ese onanismo de trabajadores tristes. Solitarios. Incapaces de follarse a Dios.

Una Huelga General, tal como está el patio de las emociones melifluas de los trabajadores, tendría éxito de la manera siguiente: todos los jueves que Vallejo cifró como precisos para miércoles estáticos e incómodos, (¡Oh alma! ¡Oh pensamiento! ¡Oh Marx! ¡Oh Feüerbach!) huelga general. Voy a repetirlo, por si me enredé de rosas trepadoras: TODOS LOS JUEVES, HUELGA GENERAL.

¿Por qué un jueves? Porque es nuestro. Porque forma parte de nuestro tiempo de esclavos y de trabajo. Y de dudas metafísicas. Porque está en medio de la semana y no levanta sospecha: "estás en el medio, como los jueves". Y porque necesitamos un jueves primordial. Lo dice Vallejo.


Como un dibujo antiguo

Qué pena que no me nombres
ahora que empiezo a desaparecer
de los diccionarios
y ya no soy una palabra
sino un milagro que merodea el agua
de los charcos
el agua de lluvia
gota a gota borrándose
de los labios sedientos.
Ahora que va cayendo lenta
la lluvia como un dibujo antiguo
y la oigo levantarse
entre nubes apagándose con la lentitud
de la belleza que tienen todas las criaturas
que van a morir.
Ahora había que lavarse delante del espejo
comprobar que la carne guarda algún despojo
de sueño irrealizable.
Ahora que la lluvia comienza
acabando por desaparecer.