viernes, 28 de febrero de 2014

Conil, imitación de un cielo de Eugène Boudin


Citas desinteresadas: Isabel Pérez Montalban

BUROCRACIA

Compañera, mi dosis anfetamínica:

La doctrina, el trabajo sórdido, más inútil,
por el pueblo explotado, para el pueblo ya libre.

Tú no sabes el daño que origina la luz
cenital del neón, las quemaduras
que causa en la mirada y en la piel
de quien trabaja inmerso en la parálisis,
de quien aguarda atención en las colas.
Apenas serpentea la gente con su turno.
Si conquistan un paso al frente, sueñan
que pronto llegarán a ventanilla.
Tienen aspecto de convalecientes
olvidados sin lástima en un gran almacén
de chatarra y papeles con sellos oficiales.

Mientras todos acuden a la cafetería,
en el lavabo llora un funcionario.


14 de diciembre de 1988.
Huelga general contra el Gobierno de Felipe González

Vengo del norte

Regreso de un aciago norte
dónde las serpientes allí
eran de oro
y una certidumbre de riqueza
espesaba el aire.

Pobre
siempre quise ser pobre
desde esa pobreza
que me permitiera
exigir
a los hombres
poder leer poemas
izado sobre los huesos
de los veladores
sobre las caries
de las plataformas de acero
abandonadas
pudriéndose en los puertos
traicionados por cobardes
desertores de la red.

Hay peces muertos
flotando en la superficie
del mar
esperando al pescador
que les devuelva la vida.

Mujer
en tu mirada hay un pez
que se sumerge
en las aguas profundas
si lo miro nadar
los días tristes.

Vengo del norte
camino siempre
del
sur.


lunes, 24 de febrero de 2014

Camelias blancas

Apenas tenía frente
era un animal
que cenaba flores
y pensaba en árboles
que flotaban en mi sangre.

Bebía rocío.

Apenas tenía savia
comía rocas caracoles
lombrices y palomas
y me hice amigo de un cuervo
que tomaba las curvas de la vida
con bastante disciplina de ala rota.
Aprendí de su vuelo
que el hombre siempre sabe
romperse la espalda
con elegantísima soltura.

Era un animal sobrio
al que los hombres
daban caza
de vez en cuando.
Yo era
su evidente envés.
El dorso de la mano
que los ata.

Como un fácil trofeo
me colgaban bocabajo
de sus espesos cuellos
era su amuleto favorito.

Apenas tenía huesos
era blando y yesca
ardía templadamente
en los amaneceres
como arde con tristeza la gasolina
sobre camelias blancas.




viernes, 21 de febrero de 2014

El silencio más blanco de la noche

Ya finalizo este libro perfectamente lascivo
hecho con trueques y revoques
repleto y fascinante
que empecé un día que ya no estaba tierno
un día que no tiene memoria
en el recuerdo fatigado de la noche
en las sombras histéricas de la vida
donde la historia y el hombre se degüellan.

Recuerdo sin amargura
lívido o gris
casi sin dolor de muelas
casi sin muleta coja
los nombres de ellas y de ellos
aquellas amantes y amigos fascinados
por un clima de rotunda felicidad:
eramos seres importantes
casi a veces imponentes
abrazados al tajo y la soberbia.

Nunca fueron peligrosos los atajos
que recorrimos juntos
caminamos sorteando la niebla
alguna noche oscura
y los palpables obstáculos de la carne.
Eramos seres inmortales.

Y todos nos fuimos
con cierta locura o buscando algún remedio
al silencio más blanco de la noche.
A este olvido de grapas sujetando
la armonía azul de la memoria.



miércoles, 19 de febrero de 2014

Tiempo y piedra

YO, hombre casado, harto de ser una piedra,
anémico y místico, modélico y pistacho,
de pálido a frugal,
depresivo y lleno de bárbara rutina,
en este occidente brutal y sanguinario,
he visto que te posabas, mirlo blanco,
utópico aleteo sin rumbo,
en mi desnudo hombro español,
que se prestó a extranjero,
excitado y ansioso de la cobaya dormida
que me ofrecían tus muslos.

Y como en un ocaso negro, hasta tu sexo baja,
la mirada turbia de mis cansados ojos.
Y tu mano también llegando, baja por mi muslo,
trágicamente se enreda en cruciales maniobras,
añade sal a la rutina blanda,
y logras que me sienta por dentro
como aquél hombre que un día perdí.

Pon cenizas en mi pecho, joven púber,
escribe con tu dedo sobre el polvo,
hazme un drama,
y dame tu sonrisa azul de seda íntima
ahora que visitas al bardo
curtido de tristezas,
cuarteado ya su cuero por cúmulos de arcillas
o viejas barricadas últimas,
trincheras que se inundaron de mi sangre.

Ahora que va la noche asentándose
en las cejas de mi frente,
pasa, mira, esta es mi casa;
aquí en el occidente muerto
hago los versos con la próstata
y tengo los sueños que mis ojos sueñan.
Pasa, ten, ¿qué quieres que te diga?
¿Qué cuento quieres que te cuente?
No, no te quites las ropas aún,
dame un beso en esta boca que ególatra
te pronuncia todavía,
ábrete los pechos como una virgen
y quita el miedo de mis labios.

Entra. Las puertas desquiciadas y vigorosas
de estas habitaciones amplias y vacías,
oscuras se cierran solas.

Hoy toma cinco

domingo, 16 de febrero de 2014

El otro bosque, el que no está en ti

Sujeto al oleaje en flor
de la húmeda pradera
hay un cuerpo delicado
v
e
r
t
i
c
a
l
fulminado por un hacha
y abierto a los gusanos,
buscadores de oro que horadan la madera,
digieren leña y vomitan
anémonas blancas.
¿Y en la hilatura de los pastos?
En la hilatura hay un ovillo
de hierbas secas enredado a él,
y en su corazón de heno
los brazos amputados de una marioneta.
Se dispersa
despacio
con una lentitud
de niebla 
casi ciega,
el bosque.



miércoles, 12 de febrero de 2014

Náyade milagrosa

Apareciera yo sobre abrojos clavado,
dichoso aún de mí,
de pronto sorprendido del torpe incidente,
del dolor febril que late en la trabajada carne.
Ángel avaro nunca me protejas.
Dudoso abril dichoso sé mi ataúd y mi sala.
Los muertos fueron sin labios verbos sedientos,
bebieron de los óleos el agua que no era.
Náyade milagrosa, son de clavicordio, endulza mis llagas.

Otras heridas habrá que se cierren,
mas la mía se abre aún, no sé,
supura lejanos paraísos olvidados,
un atril, cera de cirios encendidos, un golpe de jazz,
un jueves que viniera decente y sin corbata,
avispado, sereno, tan justo como el filo de un sable,
exacto como un segundo, como un minuto enorme.

Nosotros los vulgares hombres nocturnos
que hacemos fácil
un lunes de hermético traje descompuesto.
Náyade milagrosa son de clavicordio
¿sabes tú qué ruido es ese silencio que trae la noche
de aguas volcándose urgentes y precisas
entre mis brazos?







domingo, 9 de febrero de 2014

Hacer aquí algo resulta peligroso

Ya no poseo aquella belleza fea y salvaje
que me hacía necesario.
He perdido el encanto de potros y jaras
que me hacia incontestable.
Estoy lacio como hoja de lechuga muerta
y mastico las flácidas horas del feliz desenlace.

Ya no robo libros de sobrias librerías
ni busco músicas más allá de los altares.
Ya perdí la elegancia
la altiva majestad
de despojar vinilos elepés
de peligrosas tiendas diáfanas.
Hacer aquí algo hoy resulta peligroso.

Todo está bajo sospecha
aquí no se fía nadie de sus zapatos
y mira a sus espaldas
para ver si ese ruido de pasos
es el amigo aquel que le persigue.

Sabemos que siempre será tarde
para pagar tanta deuda.
Me han dejado solo
aquellos cobardes
que antaño fueron héroes
y que entonces estaban valientes
por que eramos muchos
en las calles y plazas
y detrás de las puertas.

Desde esta desolación
me subo a las terrazas
desde ellas veo caimanes
abrazándose a pupitres
que van tomando tierra.

El cielo se cubre de caínes
manzanas y cebollas
de senos y chisteras
culebras encendidas
y una mácula impura
de nombres negros
mortales
con azogue de vulgo.

Hacer aquí algo resulta repugnante.


jueves, 6 de febrero de 2014

Deuda

Tengo el corazón tan grande
que llevo las manos de un obrero
levantando paredes de ladrillos
dentro de él.
Se alzan así mis alcobas personales,
mis estancias repletas de amor,
de martillos templados y pétalos de hierro,
el hormigón que va fraguando en mí
una actitud de vencedor de derrotas.

Me di a los demás
con un aire de cinturas
y mis caderas de hombre
eran hembras que crecían verticales
en la cal endurecida de mis huesos,
y en el agua azul de mis venas.

Tengo el corazón tan grande
porque asumo la noble soledad
de una clase 
que duerme en los andamios
de una noche eterna
y plácida
de vagos sueños
que nunca se realizan.

Tengo el corazón tan grande
porque os vi
y os debo.



martes, 4 de febrero de 2014

DANIEL VIGLIETTI: ESDRÚJULO

                                              Para José Horacio Martos

Se trata cósmicos de ser más fértiles,
de no ser tímidos, de ser más trópicos,
de ir a lo pálido, volverlo térmico,
sentirse prójimo de lo más lúdico,

con verdes lápices trazar el ámbito
de lo que mágico rompe los límites,
buscar lo hidráulico de lo volcánico,
librar la métrica, cambiar de sílabas.

Y con elásticas formas anárquicas
tocar lo afónico que suene homérico,
fundar metáforas, crear la hipótesis
de que lo asmático se vuelva oxígeno.

Situar la brújula al sur paupérrimo,
armar las síncopas contra los déspotas,
cambiar la tónica por una séptima,
tocar en triángulo sones esféricos.

Y a los dogmáticos tan poco orgásmicos,
casi ni eróticos de ser tan púdicos,
a esos acríticos de sesgo andrógino
decirles "gélidos, no sean retrógrados".

Y con armónicos cantar bien nítido
contra lo frígido luchando tórridos,
con armas múltiples llamando cálidos
fondos oceánicos de lo más lúbrico.

El ritmo cíclico del vals esdrújulo
es cual la sístole que va a la diástole,
todo cardíaco de andar eufórico,
nada presbítero, más bien sacrílego.

Amando nínfulas que sueña grávidas,
el vals acróbata cruza los vértices
llamando gráciles criaturas prístinas,
seres prolíficos de lo aún inédito.

Y a los arácnidos volverlos líricos
y a sus ejércitos juzgarlos rápido
mediante un árbitro de juicio ecuánime
que encierre en cárceles impunes pérfidos.

Y los políticos de gesto tránsfuga,
los impertérritos, los siempre cómplices
caerán patéticos en lo espasmódico
cuando lo enérgico les corte el tránsito.

Con lo poético del vals arrítmico,
que está en lo crítico de sus propósitos,
no pueden síncopes ni golpes fúnebres,
ni es por patíbulos que quede acéfalo.

Ni es por trifásicas que olvide históricas
luchas titánicas por lo inalámbrico,
por lo que ubérrimo se alza eufórico
y anuncia próximos cambios históricos.

Cuando el pobrísimo tome las cúpulas
y los famélicos tomen las Áfricas
y los indígenas tierra amazónica
y los mecánicos tomen las fábricas
y los utópicos salgan del prólogo
y los daltónicos pinten lo nítido
y los chuequísimos bailen de júbilo

ya lo terrícola será libérrimo
cual ritmo cíclico de un canto esdrújulo.

Blues: John Mayall - Crying

Llueve. Llueve como para ponerse a llorar.
No tengo los azules, tengo un gris de alma
con inundaciones en el corazón. Me duele
la luz de este anochecer líquido. Y el violín
de Don Harris.


John Mayall, el bajista Larry Taylor, el guitarrista Harvey
Mandel, y el baterista Paul Lagos, el violinista Don
"La caña de azúcar" Harris, el baterista Keef Hartley,
trompetista Blue Mitchell, el guitarrista Freddy Robinson,
y Victor Gaskin. Todos en 1970. Han pasado 44 años,
y no ha pasado nada desde entonces. ¡¡Godot!!

lunes, 3 de febrero de 2014

Siervo de la gleba

Me he mirado en muchos espejos pero ninguno
como el tuyo,
ninguno como tus ojos cuando al atardecer
se cubren de sombras o cuando al amanecer
se llenan de aquietada luz,
y así somos dos seres que paseamos
el mundo desigual e injusto,
y si te miro de soslayo y tu boca se abre
para oírme,
desde los bosques
el viento trae recuerdos de cuando éramos
esclavos y tristes.

Me he mirado en tus ojos una noche,
abatido, afligido tal vez por ruidos lejanos,
provenientes de cualquier frente donde la guerra
habilita, franquea las puertas a la muerte,
mientras en las plazas los hombres
guardan un fantástico, cómplice y difícil silencio.

Yo sólo soy un siervo de la gleba.

Un apelmazado terrón,
un pedazo húmedo de barro,
criado de la lluvia y de la selva,
siervo de sus fuentes verdes,
un paria un mancebo y un clown,
y hasta a veces soy una serena y sedosa lluvia
que lubrica a las sirenas allá en alta mar,
allá donde los barcos giran y se pierden por rutas
inválidas, inútiles de instantes fáciles.
Soy un siervo de la gleba en terreno del señor,
profundo esclavo lamido a latigazos,
mi carne macilenta cruzada
por hondos verdugones y cardenales
largos y melancólicos,
hoy en este solitario día catorce
de un año que no tuvo tristeza.

Soy un pordiosero
agregado a la embajada del dolor,
al asfixiante clima de pastos y rastrojos
por donde se arrastra la serpiente canícular
dulcemente devorada por el sol,
en España y en América, en mis geografías favoritas
y mi soledad claudicante.

Yo sólo soy un siervo de la gleba
que ama tus manos
porque tus ojos me miran
asustados
asustados.



sábado, 1 de febrero de 2014

De aquel amor me quedan estos versos

…de aquel amor me quedan estos versos
- Jesús Munarriz -


De aquel amor me quedan estos versos
estas torpes ausencias de vanos esmaltados
este paso incierto de sirenas varadas
de bocas amargas y balcones a la noche.

De aquel amor sin alivio de malvas
me quedan estos versos
y estoy dispuesto a dártelos
llevarlos a tu casa dejarlos en la mesa
pedirte que te quedes por favor no te vayas
rogarte dame un beso si lloro no es por nada
o quizás por la lluvia o tal vez porque fuimos
líquida causa enamorada
heroicos transeúntes
en el resbaladizo y barroco poema
lo que no desmerece
esta historia nuestra tan de invierno
o tal vez porque llueve
y nunca escampa.

De aquel amor me quedan estos versos
que ruedan como piedras
o vuelan como plumas
o son papel mojado.
Estos versos que no me cuestan nada
si acaso un arañazo que deja algún pasado
y cura en cicatriz con el paso del tiempo
del tiempo inacabado.