domingo, 17 de noviembre de 2013

Citas desinteresas (Salvador Elizondo)

Queridos lectores, estoy pensando con los puños levantados, ante lo cual he vuscado con uve de buscar, un libro entre la niebla del pasado y las estanterías de yeso que un día hice para sujetar la futura paciencia que me aguardaba en un mundo de hombres raros, a mis libros y a mí. ¿Qué libro ha salido del baúl de escayola: "El Grafógrafo", del mexicano Salvador Elizondo. ¡¡Increhible!! Con h de imperdible. El ejemplar numerado 210 de una edición de 4000 ejemplares, editados en 1972, en México.


El grafógrafo

A Octavio Paz

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo
escribir que escribo y también puedo verme ver que
escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también
viéndome que escribía. Y me veo recordando que me
veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que
escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo
haberme visto escribir que me veía escribir que
recordaba haberme visto escribir que escribía y que
escribía que escribo que escribía. También puedo
imaginarme escribiendo que ya había escrito que me
imaginaría escribiendo que ya había escrito que me
imaginaría escribiendo que había escrito que me
imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

México, Edicciones Joaquín Mortiz, 1972, p.9

El resto del libro hay que leerlo, si se quiere ser alguien en la vida. No sé...armadillo o lémur, o persona por ejemplo. Esa persona con la humildad suficiente como para entender que hay que leer, leer.. En la vida, los árboles, el agua, el viento, en la mirada de los otros... y dejar de ser soberbios. O autoeditarse.


Aquí brotan alas

Aquí brotan alas,
de pronto se abren pétalos,
allí nevadas soluciones.
En medio de la noche
la voz de un hombre que llama,
incrédulo busca recuperar el tacto.
De el silencio oscuro del bosque,
la lechuza se defiende con su llanto,
un gemido viscoso deslizándose
entre lágrimas de sal y madera.
Reposar en tu vientre
tiene el sabor de flores amarillas
cortadas bajo la fría escarcha del invierno.
En mis manos los nidos cobran vida:
se vuelven hormigas y semillas
que huyen a esconderse bajo tierra.
Llevo años soñando con un paisaje distinto.
Sigo las rutas de naves extrañas,
algunas varadas en arenas rojas
de un planeta que sueño en mi eterna pesadilla.
Aunque viva perdido,
en el laberinto de mi hambre escondo
alimentos variados, el sustento,
los víveres precisos para seguir buscando
caminos invisibles en la errática noche.
Bajo las acacias acaricié la luz y la cal,
los secretos y el silencio
de todos aquellos cuerpos
que antes de ser sangre
fueron míos.