martes, 25 de octubre de 2016

Noche

Ya se ha hecho de noche
una vez más
en el agónico día del hombre.

El acero llueve sobre la ciudad.
Desde un cielo que todo lo consuela con miradas oscuras
resbala por las fachadas de cristal una antigua lágrima
que deja en el vidrio de humo una huella sucia y opaca
otoñada de tiempo.

Su pasado mineral alivia a proscritos individuos
que desde sus corazones solitarios duermen
el merecido descanso de excelsos dioses
día a día derrotados por la soberbia
y el amargor de lilas amarillas.

Hay un hombre malva en todas las esquinas
con un candil de oro encendido
en cada mano.

Miedo

Una huella en el vidrio
o un figura en la niebla.
A veces los cuerpos se tocan
con un miedo excesivo
a la oscuridad.


Hombre mío

                                   …………………………………
                            hombre mío en rechazo y observación, vecino
                            en cuyo cuello enorme sube y baja,
                            al natural, sin hilo, mi esperanza…
                           -César Vallejo-


Que estrecho soy de aquí ahora que me agacho
que corto soy de allá ahora que me estiro
pero cuanto amo al hombre ahora que lo pienso
aún a pesar de la distancia
que me produce su ausencia
se dijo el predicador del desierto
mientras daba de comer a los tigres.
Se ha vuelto anémico el semen fértil
forzado a modelar una forma
un perfil 
entre los espinos grises
y triste el grito que en el páramo clama
un soberbio ejemplar pletórico
de ácida eyaculación profusa
que arrastrándose hasta la fosa
ansia preñar a la receptiva fiera
postrada y sometida
cautivada por el pecho brillante
de cobre virgen sudando aceros
e inclinada y dócil ante la fálica roca.
Hombre mío
que tiemblas ante el grito de tu nombre
sonando en el eco de mis manos afónicas.
Cuando te llamo icono
tan sólo voceo tu pérdida.
Desde ese día el hombre se pregunta
para no encontrar respuestas.

Una pieza de jazz

Tras la rutina diaria
agotado tu tiempo
el fin de aquello que persigues
sólo es un breve ademán
como correr una cortina
o colgar en la percha el gabán
y dejar sobre la silla los papeles
que fuiste interpretando
con moderada emoción de perdedor.
Todas las huellas que fuiste dejando
denotan la presencia
de un ser mágico
falso y verdadero
que procura hacerse con las riendas
realizando incursiones
en las filas enemigas
en las fiestas de amigos
o en las faldas olvidadas
de aquellas mujeres que un día
también huyeron de ti.
Al atardecer bajo nogales en flor
que no pintó Magritte
se quiebran los espejos
y el cielo se cubre de esa rutina incierta
que deja tras el azogue
un rastro de poetas muertos.
Así que consecuente con tu flacidez
poética
hoy no piensas escribir más versos
que al cabo vengan a turbarte.
El cielo se ha cubierto de barcos piratas
y desde el callejón húmedo del asco
un saxo interpreta una pieza de jazz.

Uno

Uno anduvo de cabizbajo para convocar poemas
luego de rituales bajo noches brujas.
Uno de burgo a merindad
reciedumbre a cada tranco
levitó en vapores de humedades maniguas.
Acortó los pasos por toberas tránsitas
ceñido a los carpos que troquelaban a golpes
del dígito, los noctámbulos versos.
Y Uno seguía hipnotizado el curso de la poesía,
evocando que desde la soledad se construye
el textual páramo donde mora el sueño.
Y Uno se quedó ámbito y secuela
y nadie le avisó
de que manzanas y duraznos
se fueron imponiendo
a los frutos de su boca
y ya no recuerda el sabor de sus besos.
Y como si solo o Uno hubiera
él gira la cabeza por si le llamara
la voz que mejor le ignora.