viernes, 22 de febrero de 2013

Eyácula

Después de circundar con la punta de la lengua
el órgano sexual de él,
ella dislocó el presagio del prepucio
arañando el muslo blanco del muchacho
e hizo mutis en su vientre, 
sobre el rizado braille de su vello.

Cabeza abultada, glande túrgido y táctil,
mano, dedos, labios y boca,
lengua, soldadura digital
sobre la carne uncida de su cuerpo.
Su pubis fanático y convulso
latió tenso, su corazón se conmovió,
y ella selló su boca con semen descubierto
en la blanda huella mineral del bálano.

Y tras el cristal transparente
sólo el aire.
El aire solo de la tarde
en el plexo solar de los amantes,
donde el prado se extiende,
donde el musgo alardea
de rotos manantiales.