domingo, 11 de diciembre de 2011

Efigies

Ahora que pintar no puedo estatuas blancas
en el desierto almibarado o dulce
de plazas, calles o avenidas,
y dirigirme a ellas como si fueran nombres,
me sirven de patraña las agresivas masas excitadas.

Y las llevo a los altares,
al borde de la efigie,
a pie de yermos astilleros,
allí junto a los muelles me subo al escenario
les hago ver
que cuando un poeta construye un verso
es porque en otro lugar del planeta
alguien, al unísono, ha destruido algo.

Ante el milagro no aplauden,
pero me miran con cariño
estos nobles ciudadanos de mi tribu.