lunes, 6 de febrero de 2012

La triste responsabilidad de ser un hombre


A medida que avanza el día la noche simula oscuridad
se pone el disfraz que le corresponde
con arreglo a unas perspectivas
de técnicas extrañas dónde el camuflaje queda reservado
para sorprenderme siempre durmiendo.

Entre todos los seres que pueblan mi vida
a medida que avanzan simulo aliviado
un determinado color fantástico
sacrificando mi oferta de tonos grises
propios de herméticas pinturas.

Sigo siendo un elemento que huérfano de padre
pendulan -ajustadas al reloj de la vida-
aún madre alguna hermana
y dada mi condición femenina en grado
que algunas llaman interesante
siento que formo parte de lo pusilánime del hombre
de su trama de gestos heroicos o imposibles
acometiendo con simulada gallardía la ración de golpes
que la vida para mi alma tiene destinados
ya que según ellos me corresponden cada día
-tal lo estipulado en el reparto- dada mi identidad de macho
líder familiar escala social preparación física o profesión.

Así llevo esta pesada carga con metódica y ágil precisión
pues debo enfrentarme a peligros mucho peores
donde algún hematoma o verdugón del que soy destinatario
dejará en mis carnes vacuna suficiente para soportar
otros dolores aún más terribles: fracturas en el corazón
porque todos los trauma deberán -dicen- (reiteran)
ser internos
que es el dolor que mejor conoce el miedo
tratando de que yo sea otro cobarde
procurando despreciar ese gesto cosmopolita
totalizante y solidario que solo tienen las mujeres
y en el que ellas trascienden gestando el universo
mientras yo vivo la tristeza de ser un sometido.