para saber a qué mínimos se encuentran nuestras crisis personales,
arrastrándose en la noche, pero también en la siesta,
en las despedidas, o después de un café dónde el amigo
agarró un llanto en nuestro hombro.
En la vida se presentan los blues cuando le dan la gana. Como aquellos buenos
amigos que desaparecieron con la bonanza del capitalismo. Y dejaron de pedirnos
favores, consejos, abrazos.
Este de ahora mismo, este blues, lo elegí para hacer la Revolución en 1976.
Ya sé que casi nadie sabe que en 1976 estuvimos a punto de hacer la Revolución.
No se preocupen. Yo se lo digo a ustedes.
A un ustedes con todas las letras. Y con todo el descaro. Con este blues.
Que no escucharon nunca, carajo. Pobres revoluciones solitarias.
Fragmentadas. Divididas en otras tristes revoluciones pequeñitas.
Enanas. Del tamaño de un dedal. Del tamaño de un dedo personal señalando
a un cuerpo derrumbado en la nieve: aquél que tenga frío
que ponga barricadas en su pecho. Manos desnudas en sus ingles.
Un beso de nubes en los zapatos. Y que vuele con ella, con él, con todos.
Busquen la Revolución ordinaria de su niñez. Su orín templado de sábanas
mojadas. El aro de hierro que rodó un millón por aceras y busquen al niño
difícil y travieso que siempre les quiso ver las bragas. Y llámenlo
Revolución.
Revolución en 1976, que tan sólo tiene un pequeño fallo.
Y es que al elegir este tema de Rory Gallagher como bandera revolucionaria,
Rory aún no lo había parido. Corresponde este tema a su disco "Defender"
grabado en 1987. Y entonces, ya habíamos perdido la Revolución.