viernes, 24 de febrero de 2012

Una prole ofendida

Si comulgo que padezco de una prole ofendida
si confieso que fui músculo en la noche
si mi mano se cerró en un puño hecha energía
si forcé a aritméticas las cuentas de los nobles
y en su número incidente fui error del sumario.

Gesté en la oscuridad una pelea contra el poder
me declaré clandestino del día y de la noche
y como tonta vanguardia me sumé a las masas
razonando con ellas mis cotas de dolor y rabia
y mi huérfana memoria recaló en los diarios.

Soy yo miradme. Perfecta dureza delicada
en el talón proletario del zapato
su empeine de zócalos rozándome en un ay!
de dolores antiguos anticipando estandartes
promontorios esquinas aquellas barricadas
de vidrios encendidos tras los escaparates.

Yo estornudando a deshoras la cal de las paredes
su sangre secándose como un semen vitriolo
en paredes de cuarzos yeso virgen ladrillos.
Todo huele a pasado de sumos traidores
trajeados y ricos reciclando los trapos
de lo que fueron telas de mi viejo estandarte.

Heme aquí hoy
derrotado y triste
abstemio
sin ganas
inapetente y sordo
mudo ciego
y algo lánguido.
En suma
soy una plástica
renuncia de la historia.

Con viento largo y fresco
sin apenas cigarro
con un porro de humo mágico
en la memoria narcótica
salgo a pasear al borde del abismo.
O en equilibrio de sillas
a lomo de serpientes que antes fueron hadas
dejo que su mordisco por fin me envenene.

Todavía mi cordura hace señas al mundo
una luz me ilumina
la llama de una vela que encendió la alegría.

Nada espero del beso que denuncie
a mi lengua por inundar de risa la sal de tu saliva.


Sálvame

No me sometas al pairo
de tu total ausencia,
deja que tus brazos de barca me lleven
a dónde rompe la tempestad,
acantilados tengo que merecen la pena.
En la quietud me ahondo
y me cimento
y allí donde naufragan todas
cuando ruge la tormenta,
tú,
invicta aún de mí,
me salvas de la gloria.