domingo, 19 de julio de 2020

Arden

Arden los pétalos, las perdidas, las barbas azules y marrones de los abandonados, el maíz de los solitarios, arde el pelo de los atrevidos y la calva de los crucigramas, las cañas de los veladores y el árbol de los sin sombra. Arden los ojos cerrados en los pasillos romos del Metro, los poemas de Gamoneda y las semillas calientes de la lengua. No arde el mar de Gimferrer pero arden las arenas de Cernuda y los poemas de agua de Celan, arde la noche y el piso desde el que muere y agoniza un libro que no arde. El verso. No soporto el miedo. No soporto el agua sucia. Este país. Aquel que se cruza de brazos. Aquel. Arde el amor. Amo el fuego. Tu pie descalzo caminando por el mármol frío. Las claraboyas. Las mirillas alcahuetas de los besos. Hasta parece que te quiero. Hasta parece que ardes. Arden las ausencias. Y sigo siendo de carne a pesar del fuego. Mis manos. La mentira. Hay cuerpos caídos en las huertas, abrazados a cinturas de agua, a hilos sinuosos de agua que riegan los árboles sin fruto de la muerte. Arde mi pene como una vela encendida a los milagros. Aquel que me mira sin ver.