viernes, 13 de julio de 2012

El poema que jamás corregí

Pueden leer lo que rompo,
los diminutos papeles rotos
por mis manos de hambre,
o los vómitos del lápiz
que la papelera devora.

Como arañas minuciosas
pueden unir los descartados versos,
enhebrando con sus patas
la palabra quebrada
cortada o rota,
la palabra de lengua torpe,
la palabra que rechazo o mato.

Pueden leer lo que rompo
en busca de ese verso
que se desvive de lengua
de pequeños tartamudeos,
el verso que desemboca en el mar.

No importa que otros buscadores,
de la verdad y la noche
encuentren el poema
que jamás corregí.

Un país sin huellas

Ya no me queda nada.
Apenas aparcado
resumo la noche,

con los ojos cerrados
voy viendo el color negro
en el fondo lejano
de un punto de luz.
Tus ojos me hacen falta
para que dentro de mí
vean
la mirada torva
de sangres irascibles,
este andamio de huesos
que quiere dirigirse sin prisas
a la duda.
Ya no me queda nada.
Una burla extranjera
va vistiendo esta carne
de pétalos de rosa
viejas canciones viejas
y ropa de arrieros.
El jabón de nadie
lavándose conmigo
y ya es nuestra la carne
que tarda en decidirse

si detrás del poema
aun puede haber alguien.