Anoche me dormí
con el sexo de mi mujer
entre las manos,
anoche recapacité
del origen
antiguo y
ancestral de mis dedos
mientras acariciaba el vello túrgido
de cuando mis
uñas escarbaban
en la tierra para
extraer insectos,
un olor a sexo
atrapado
por un tiempo de
semen o sementeras
de viejos arados
que abrieron surcos,
levantaron la
carne más bella
de la tierra.
Hoy cuento las
semillas
de una tribu atávica
que como yo,
que como yo,
por las noches siembra el mundo.