miércoles, 5 de enero de 2011

Efigies

Ahora que pintar no puedo estatuas blancas
en el inexplorado páramo,
sírvanme los talados bosques
de patraña o de modelo
para ordenar una plaza de masas excitadas.
Las llevo a los altares,
al borde de la efigie,
a pie del astillero,
allí junto a los muelles me subo al escenario,
les hago ver desde la grada
que cuando un poeta construye un verso
es porque en otro lugar del planeta
alguien, al unísono, ha destruido algo.
Ante el milagro, no aplauden,
pero miran con cariño

Cruz

Como un beso que se pone en cruz
así se puso el hombre ante la vida,
este poeta que siempre
traspasó los picaportes.
Él se dedica a morir y no le es extraña la muerte
un triste trabajador
sobre las ruinas de un alma
felizmente atormentada
que serán removidas por la tormenta:
las revolucionarias catástrofes que se avecinan.
Póngase el hombre en cruz dijo un dios
sobre la carne de ella
virgen perfecta que amó a las multitudes
un invento que yo hago con la carne
piezas pulsadas habilidades mías
de un mecanismo mágico
dicen que fui un mago
en esos engranajes que organiza la vida
y que se aproximan a la luz
a ese hilo de luz que está sujeto en el aire
donde uno se introduce dudando
con la lentitud del beso de nunca
o el que te da nadie.

Pelargonio