1
Cuando
en una curva del papel
la
pluma pisa tinta y patina,
o derrapa locuaz y se derrama,
dime tú que sabes de letras
o derrapa locuaz y se derrama,
dime tú que sabes de letras
sólo
porque multiplicas
los
grados topográficos
del
desnivel,
su
cambio de rasante,
con
la verdad que vive en su mentira,
¿a
dónde van los cuerpos
las
almas del derrape,
la fiebre helada del poeta,
la noche con su lástima,
las
cartulinas rotas,
los
libros quemados,
el
insomnio estricto de la palabra,
el
silencio,
ese
vacío de ecos,
el
verso que jamás se escribió?
2
Lo único
que he tenido que estudiar, que aprender, es la ignorancia. Ella me rodea con
naturalidad, es mi más fiel compañía. En mi caso, en este caso, la literatura se
enfrenta a un ignorante. Y nunca le tuve miedo. Ella lo sabe. Y va dejando
disimuladamente un reguero de letras. Yo cojo algunas. Pero existen pájaros. De
tal forma, cuando no puedo completar una palabra, coloco un pájaro. Él sabrá la
letra que se comió. Así la palabra que invento nace con posibilidades de volar
en una lengua extraña. Claro, existe otra probabilidad malsana: que a eso se le llame literatura.