martes, 24 de enero de 2012

Sangre de toro

¿Por qué pintan las naranjas? ¿Por qué lo pintan todo? Pues muy fácil: porque ustedes reclaman estética. Pareados. Reclaman que el pliegue de la falda o la raya del pantalón, haga vuelo y juego, con un levante liviano. Esteticienes del pánico, reclaman que su naranja juegue a los dados con Dios y con las puntillas lánguidas del tanga, o el color bisonte del calzoncillo.

Ver una naranja así produce dolor. ¡No está pintada!, las da así el naranjo, o lo que sea. Como si una naranja fuese ese balón de playa. Ese otro balón de los domingos que Ronaldo mete en la red y Messi en su alma. Un dolor que nos lleva a lo ancestral del hombre de lo que fue el hombre. Un dolor nuevo que viene del recuerdo de cuando éramos jóvenes y la belleza quería ser amiga nuestra. De cuando los griegos enterraban a los caballos muertos en batalla. Daba gusto comer naranjas entonces.

No pintan las naranjas: las esculpen. A la medida del gajo que llevamos entre las piernas. De lo que se come se cría.
¿Qué está pasando? A todos nos da en la nariz, que nada bueno.

Adiós, que nos zurza un médico la médula esdrújula de la noche. O la médula espinal de la lengua. Palabras. Sangre de toro.


Ah! ZZ Top.





Miles Davis & John Lee Hoocker

El blues de hoy llega sin avisar y el de mañana no llegará nunca.
El blues es un estado de ánimo. Como todo.
Como el amor, la poesía, y el color de los ojos de ella. O de él.
Pero el blues de hoy es una hermosa "fussión" que nos dejaron
estos dos maestros: Miles Davis y John Lee Hoocker.
Todo está perdido. Pero no.