Con destreza inusitada
arrojó lejos de mí el doloroso cosmético,
el artístico carmín,
el perfil de lápiz
que en un largo y laborioso maquillaje
había dibujado ante el espejo,
y sobre la colcha de la cama entabló
un cuerpo a cuerpo de besos
con la otra.
Yo lo contemplaba todo
desde una lágrima enorme
de rodillas postradas,
desde una lágrima enorme
de rodillas postradas,
desde la más triste desnudez
de unas frías y frágiles caderas
derramándose
derramándose
a lo largo de la alfombra.
Y quise sujetarla, como se sujeta
la noche y sus embozados misterios.
Abrazarla, como se abrazan
las sombras que van a perderse
para siempre en la otra luz,
las sombras que van a perderse
para siempre en la otra luz,
secuestrada en los ojos cerrados
de la vida.