A la torpe lentitud de la tortuga
se unió la rápida carrera del conejo,
y de aquel encuentro enamorado
nació una gran roca en los rastrojos
que el hombre intenta arrojar al fuego
una y otra vez:
la leve lentitud del tiempo.
Tal vez no acabe nunca de hacer este poema. -J.M. Caballero Bonald-