A este amor que se llama ella
o Mª José, o Pepa.
Llueve sobre la ciudad. Llueve sobre la ciudad oscura.
Llueve sobre los ojos de los viandantes que olvidaron el paraguas
para limpiar su mirada de sombras.
Y en esa lluvia uno se pierde.
La mejor pérdida es esa en la que no se pretende
encontrar nada. Me enjabono de ausencias.
Me empapo de defectos
me visto de revueltas
y me nombro amante de profesión.
Solucionar carencias es una estupidez
son ellas las que nos igualan
al amor a los defectos de la vida
las rosas los gatos al ruido de la piel
secándose hidratada de besos
al trole acerado de la noche
o al perdedor por sistema ante el ganador por cojones.
Sigue lloviendo y las maderas se hinchan de paciente humedad.
Hay un crujir de carencias en ellas,
la carencia de aguas las hizo rígidas. Como yo.
Como yo que a estas horas tiro del jazz
y arranco una página de hermosos defectos.
En todas las lenguas hay un crujir de palabras.
El crepitar de la palabra
o la llama de la inocencia.
Buenos días lluvia.