domingo, 10 de abril de 2016

Soledad y casa

Sobre una tela sucia el cuerpo desnudo se lava
se acerca al borde de las necesidades
y frota sus paredes de carne con el paño gris
frota las manchas oscuras de la vida.
Dentro de la casa los grillos corren bajo las mesas
su canto metálico afila los cuchillos
que más tarde cortaran la carne
abriendo recuerdos y heridas del pasado
entre sus paredes blanqueadas hay 
un murmullo de cortinas y olor a café
hay pan triste y caliente rebanas apretadas
contra los pechos de leche y harina.
Te aman los descalzos de pie carnívoro
los mutilados con sangre de ave en los labios
su beso sabe a corteza y a mimbre verde
te aman con la piel que les dejó la historia
cicatrices y costuras y un olor a humo.
Los zapatos caminan solos
ahora los hombres huyen de las ciudades
ya no quedan selvas algún bosque los reclama
en las ramas más altas de los arboles más viejos
hay perchas abandonadas
cuelgan de ellas nidos de pájaros distintos
con dos picos cuatro alas y cabeza de pez.
Sobre una tela sucia dibujas ahora una vida
como si ungieras tu nombre con yerbas amargas
después de la penumbra atraviesas el umbral
más allá de los dinteles recuperas el tacto de las cosas
y los hombres aprietan sus falos contra la verdad
levantan sus ojos y su voz al cielo
se desliza por sus muslos blancos y famélicos
el semen de las cosas vanas de la vida.
El agua de los ríos arde
su aceite de peces deslizándose
las flores como velas encendidas las lleva el agua de lluvia
si dejas marcas de sudor y orín a lo largo del sendero
te seguirán caracoles azules y babosas negras.
Todo comienzo es una quimera
tú destejes madejas y madejas
tus ovillados dedos descubren la verdad.
Alguien te besó en los labios
y puso unas palabras como condición:
si te nombran todos eres sola.

Un cálido deseo de libertad

Cae agua,
una lluvia dormida arrastrada
por las alas desplegadas del viento,
cae un aldabón pesado de agua
sobre las grises piedras
y la llave rompe la dorada cerradura
y el manantial es fuente.
En el desierto de dunas arqueadas
cae la tarde como un velo
sobre una paloma muerta.
He leído las cuentas cosidas de todas
las semillas que cruzaron desde el norte
las montañas,
blancas como un recuerdo,
he leído el movimiento de tus labios,
su murmullo de pájaros.
Desnudándote en la tranquilidad del oasis,
tras el matorral de encendidos espinos,
sabes que en lo diáfano tú eres el secreto
y vas depositando tus vestidos
junto a un cálido deseo de libertad.
Y yo seguiré viviendo en un patio antiguo
habitado de viejas flores muertas,
junto a un mar de porcelanas rotas,
junto a noches de luna llena
que limpiaran las sombras,
la calamidad inútil de los rostros.
Ahora que todo parece alimentarse de agua
y miedo.

Recuerdo

Porque tú vengas no me voy a poner a temblar
como una hojita agarrada aún a la rama más alta,
no,
temblaré cuando la rama más alta caiga
y en su ruido,
conmigo caiga tu recuerdo.