sábado, 13 de octubre de 2012

Quedan inmóviles pendientes

A Nines y Poti,
después de unas cervezas.

Quedan inmóviles pendientes
una larga lista
una caterva de rojos izquierdistas
que tan sólo eran la belleza de la izquierda
queda la mala leche de historias escritas
con sangre
como la morcilla de su pueblo
el de ese poeta al que nombraron Ángel.

Quedan inmóviles y pendencieros
guerreros de la noche sin tarjeta de visita
con su cuaderno abatido de felices tachaduras
de citas que nunca se cumplieron
en la delicada noche con su fiesta de baile
donde aunque nunca te saqué a bailar
tus ojos danzaban en mis labios
mientras yo huía de mí por estrechos
callejones apagándose de lluvia
que empapaba mi alma permeable.

Quedan las pérdidas:
todas las oportunidades vacuas de cada día
y largos borradores de urgentes versos precipitados:
su borrón de lágrimas templadas.
El desconsuelo de un aire irrespirable.

Queda la música de Aute
o la de Silvio o la de Pablo.
El patio de Triana
y un blues de Mayall.
Azules musarañas
asustadas bandadas de pájaros
en el invierno húmedo de los campos
alegres y tristes
los páramos que dijera Don León Felipe
de esta España hermosa
como una manada de corderos
como una partida de bandidos imbatibles
de maquis románticos o no
en los montes resistiendo la soledad de la muerte.

Amor amor
qué puede ser de mí y de ti.

Quedan inmóviles pendientes
rosas tatuadas en la piel de las ingles
una flor por cada amor fracasado
fina y dolida piel
tan necesaria y precisa para amar
para sufrir puñaladas azules y de oro
y desangrarse de un único amor.
Irrepetible ya. El abrazo incorrupto
de los solos.