jueves, 24 de enero de 2013

Pedestal al poeta desconocido


Al poeta. Si hay que levantar un pedestal, este se merece soportar una estatua al poeta desconocido. La estatua, siguiendo los consejos de mi amigo, el poeta Manuel Pacheco (Manolo ahora reside en el Olimpo más residencial) y con algunas variantes introducidas por mí, sería de hierro fundido -de una colada de vigas ferruginosas encontradas en un estercolero-, de tamaño natural, con cara de poeta o de patata, que diría Miguel Hernández, esa cara de poeta que jamás recibió un premio literario, por estar controlados estos por las mafias de las editoriales al servicio de los jurados, y estos al servicio de los ayuntamientos u otros estamentos de la "cultura" de este país de cansados, que se gastan el dinero público dándoselo al gremio de poetas que están en nómina. O de su parte, que es casi lo mismo.

Nuestra estatua, llevaría la cabeza despejada, cabellos alborotados, una camisa de seda blanca abierta, con el pecho al descubierto, pantalones de pana negra, descalzo y con un farol encendido en la mano izquierda. La estatua además alumbraría en las noches de luna llena, que es cuando menos se necesita la luz de un farol. Y en la mano derecha dos libros de poemas: "Trilce", de César Vallejo y "Melos Melancolía" de Carlos Edmundo de Ory, por ejemplo.

Se procuraría que el pedestal con poeta estuviera en un sitio de paso, sin ir más lejos cerca de una boca de Metro. Llamaría la atención de los usuarios, que se pondrían a leer poesía como locos, para que a ellos que tienen oficios más nobles que el de poeta, también les levantaran un pedestal con estatua. Por la envidia a la poesía, que dicho de paso también hay mucha entre los poetas. De esas lecturas, -digo yo- los viandantes entenderían que dentro de la luz que irradia un poema, hay un hilo de oro que siguiéndolo se da con la entrada al laberinto, y que una vez dentro ya nadie está perdido, al revés, ese laberinto es el punto de encuentro, ya que no tiene salida. De ahí, a la revolución de las almas, hay un paso. Y todo resuelto. Un pedestal, un poeta. O un laberinto.



6 comentarios:

Karin dijo...

¿Y LAS poetas, qué?

Tomás Rivero dijo...

¿Y los poetos, qué?

Karin dijo...

¿Y los periodistos? ¿y los taxistos? ¿los artistos? ¿y los publicistos y los electricistos? ¿qué pasa?
Pues que, al igual que los poetos tampoco existen (en estos casos, la forma femenina está reconocida por la RAE para ambos géneros).
Pero todo eso no cambia el hecho de que has obviado a las mujeres que escriben poesía. Y esas sí existen.

Tomás Rivero dijo...

No solamente existen, si no que en los últimos 25 años de la poesía de este país y parte del extranjero, son bastante más buenas como poetas que los hombres. Pero no solamente eso, las mujeres poetas también son mucho mejores incluso como mujeres que los hombres como hombres y como poetas.

Estoy de acuerdo, el pedestal también debería tener la posibilidad de ser levantado a una estatua de poeta mujer. Con falda al viento de flores malvas y una gran cabellera hondeando, con blusa blanca cerrada y unos senos que no se marcaran en exceso bajo la tela.

¡Ah! y no te fíes mucho de la RAE, es machista, fíjate en los sillones ocupados.

Karin dijo...

A eso me refería, y esa estatua estaría bien. Pero yo no diría tanto: mala gente hay también en la poesía. Se puede ser mala persona y buen o buena poeta (mientras solo leas su poesía y no la trates...)
Y no me fío de la RAE, ya sé que tiene un ramalazo machista importante, pero a veces acierta...

Tomás Rivero dijo...

Es lo que yo suelo hacer, no tratarlos. En mi caso suelo mantener buena relación con el poeta que llevo dentro, con la persona que llevo fuera me dedico a ponerle adornos y vestimentas, incluso lo peino, y sobre todo practico con él el onanismo. Y vamos tirando. Algunos no saben quien soy: persona, poeta, persona, poeta... pero cuando noto que me van descubriendo, me cambio por otro. Y esta parte es la más divertida: el poeta entonces se pone a escribir como si descubriera mi juego. Y creo que lo descubre. Es un cabrón el poeta. En cuanto pueda hago un ERE y me lo cargo.

Un saludo, Karin.