jueves, 5 de julio de 2018

Diseño

Cuando ella se desnudaba en una pradera angosta del Courel salía el sol en la alcoba azul de una pequeña ciudad de Pekin y los campos de arroz próximos a la gran urbe se llenaban de pájaros amarillos y rojos. Y si acaso me besaba se producía un largo silencio en las carballeiras de Abandos. De todo ello quedó como testigo mudo un arroyo de agua que corría lento en busca del mar de los Sargazos, o de los pantanos de Indinuán infestados de nenúfares, cerca de las montañas negras de Cárpetas.
Mas no tomaron notas posibles amanuenses y la historia se perdió para siempre llevados los manuscritos por la corriente pedregosa de una tormenta que dejó 120 litros en una hora de olvido y silencio: aquel paisaje cincelado por De Chirico se hizo a imagen y semejanza de los paseantes. Llueve en Santiago el dos de Julio. Vine hace años a la ciudad de Algo a construir la vida. Aquí, donde la vida corre a raudales, agua y bosque. A eso vine. Fui soberbio. Pretenciosamente revolucionario. En mis límites, diseño emociones en la cocina de las grandes modistas de la alcoba, y hay seres solitarios en cada mesa de las terrazas abarrotadas de verano. Seres que se preparan para el invierno de sus vidas calentando sus huesos aprovechando un rayo de sol entre las nubes. Su piedra interior, la del eco, la que repite: Nunca debiste quemar todos lo navíos.


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