sábado, 30 de abril de 2011

Amor VI



Para conjurar misterios,
cosas de lo oculto y de lo incierto,
breves presagios que moran en la lengua,
me miras con rígido y lánguido amargor.
Anida en nosotros, propagada, la certeza
de que mentimos al tocarnos,
de que nuestro temblor nace de una duda eterna.
De que tú y yo sólo somos dos.
Y de que así una y otra vez nos volveremos a amar
rodeados de ausencia.

Pero si aún no regresas del trópico amargo,
allí donde se unen carpetovetónicas laderas
y coinciden enormes labios de jugosa savia amarga.
Si aún no regresas con tu feroz dentadura
de pantera y arsénico,
seguiré ensartado por largas hirientes
y venenosas esperanzas,
seré un hilo de luz, un alma encendida
en cada piedra, en cada árbol;
seguiré comprendiendo a la roca
y a sus líquenes dulces y extraños.
Orgiástico, en una danza convulsa y hechicera
perpetuo, martirizado y vudú,
creyendo en tu regreso temblaré toda la noche
en un baile que sólo entienden las monas y las culebras,
bajo la danza oscura del jazz y el humo transparente
de mil bocas tediosas.






2 comentarios:

@jorjowski dijo...

y un cuerpo moreno, con el cual hilvanar caña de azúcar parezca un consuelo, incendiario y fraudulento, lo mínimo para alejarse de esa sensación pertinaz y retrograda, que hace sentirnos un ser superior.

Tomás Rivero dijo...

Qué poeta estás a las 3 y pico de la mañana, Jorge.
Por cierto, viva el primeo de mayo. Sin aspavientos. Sin levantar la voz. Por lo bajini. Que no se entere el enemigo. Ni los sindicatos. Chissssss.