sábado, 16 de marzo de 2013

Palabras encontradas en un altar, dentro de un cáliz de oro abandonado

Nunca supe quienes eran los otros.
Aquellos que miraban sin ver.
Aquellos a los que pretendí escuchar
y eran distancia...otra pérdida.
Los últimos salvajes se disponen a morir
corren alocados sobre praderas de crisantemos.
El crepúsculo prepara su aceite templada
y mortecina: su luz de cenizas.
Todo se recicla: un verso un nombre un recuerdo.
Me gusta follar con ella.
Comulgo con su carne.
La cuaresma arde en mi boca.



2 comentarios:

Shandy dijo...

Ningún conjuro ante cualquier Saudade como la comunión con la carne del ser amado.
Y si su ausencia es presencia, queda el exorcismo de la palabra.

Me gusta tu poema.

Te dejo besos y este Conjurar a la muerte

Dime dónde,
cómo hallar ese punto preciso
donde todo alrededor nos sirva.

Nosotros
para el único oficio
de conjurar a la muerte.

Dolores Escudero

Tomás Rivero dijo...

Ningún conjuro ante la nostalgia, la ausencia, la extrañeza del otro, efectivamente. Y si este está ausente, inventamos el poema, su poder de exorcismo.

Voy conociendo, gracias a tus comentarios, a algunos poetas que no existían para mí, como es el caso de Dolores Escudero. Estuve buscando y leí algunas cosas suyas.

En este Conjuro suyo, para responder a estos dos versos: "..cómo hallar ese punto preciso
donde todo alrededor nos sirva.." quisiera hacerlo con unos versos de Oliverio Girondo, y con un profundo deseo de "volar sin orillas":

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas,
los rumores cansados;
pero seguí volando,
desesperadamente.
...................

Me oprimía lo fluido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Un beso, Shandy.