sábado, 8 de marzo de 2014

Citas desinteresadas: Leopoldo María Panero

Deseo de ser piel roja

La llanura infinita y el cielo su reflejo.                        
Deseo de ser piel roja.
A las ciudades sin aire llega a veces sin ruido
el relincho de un onagro o el trotar de un bisonte.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto: no hay tambores
que anuncien su llegada a las Grandes Praderas.
Deseo de ser piel roja.
El caballo de hierro cruza ahora sin miedo
desiertos abrasados de silencio.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser piel roja.
Cruzó un último jinete la infinita
llanura, dejó tras de sí vana
polvareda, que luego se deshizo en el viento.
Deseo de ser piel roja.
En la Reservación no anida
serpiente cascabel, sino abandono.
DESEO DE SER PIEL ROJA.
(Sitting Bull ha muerto, los tambores
lo gritan sin esperar respuesta.)

                                “Así se fundó Carnaby Street”. 1970


Dicen que Leopoldo se "miró" en un microrelato deFranz Kafka, “Deseo de ser piel roja”:


“Si uno pudiera ser un piel roja siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo”.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Los exentos

Los exentos de ti de mí o de otros
recalan en la memoria de los pájaros
y desde sus pequeños corazones
se agitan levantando un ala de niebla
en el rudimentario rostro de la ciudad.

Soy un poeta ignorado que lo único
que quiero saber es que existo para saber
porque existir para saber me hace
inservible monótono impertinente
rudo atrabiliario sorprendido.

El día y la noche fueron reemplazados
por un silencio prolongado y líquido:
había una persistencia de agua en la sombra.
El corazón del pájaro susurro
fue sustituyendo el ruido del viento
por un golpe sordo de alas desplegadas
alejándose de los hombres para siempre.

Desde el circulo polar se elevó un cero.


lunes, 3 de marzo de 2014

La blanca cana dormida de la muerte

Ven amada, aún queda en mí,
como en un juego de niños,
si tú quieres, algo de juventud
que poder compartir contigo,
contigo siempre, porque tú,
más que las otras,
sabes sobre la carne
dónde se ubican, pulsando,
los resortes tiernos de la vida,
plenitud o fuente
este surtidor inagotable
del que bebes la blanca cana dormida
de la muerte.

sábado, 1 de marzo de 2014

Citas desinteresadas: Ana María Moix

Murió ayer Ana María Moix y ya empiezo a hartarme de este invierno asesino.

El maravilloso texto que sigue, pertenece a “No time for flowers y otras historias”, Lumen, 1971. Algunos han visto en él una relación con el poeta Leopoldo María Panero. Cuentan que el amor imposible de Panero por Ana María Moix.


When I am dead, my deasert,
Sing no sad songs for me.
CHRISTINA GEORGINA ROSSETI


Cuando yo muera amado mío no cantes para mí canciones tristes, olvida falsedades del pasado, recuerda que fueron sólo sueños que tuviste. Hubo un palacio de quimeras en mi rostro. Eso fui. Mi epitafio preferido sería que mañana, cuando la tierra cubra ese cuerpo dolorido que es el mío, tú anduvieras desangrándote por calles y plazuelas, diciendo mi nombre, no en voz baja, que se apaga tan sólo con el ruido de unos pasos, no con palabras encendidas, ya dijimos que se venden, no con ojos enrojecidos por las lágrimas, que quizás no serían para mí. Este sueño este sueño que tuviste y que fue tuyo. Mira, no vayas a la playa, mañana, a esa hora tan privilegiada, tan justamente pretendida, cuando mi sangre ya esté helada y mis uñas que comía por no verte y que sólo pintaba de vez en cuando para ti, ya no serán rosadas ni moradas negro refugio de gusanos hambrientos Si fueran, como dijiste un día para conquistarme, de seda. Pero no habrá capullos bajo tierra. ¿Por qué deshicimos el mundo soplando sobre él como antaño sobre un pastel? El tiempo nos perdió, no el que vivimos, ni el que soñamos, se nos contagió. Soplará el viento, caerá la lluvia, pesará la nieve, primero sobre la tierra, después sobre mi cuerpo. Entonces, a esa hora, cuando en ningún bar de la ciudad puedas encontrar mi mirada ¿cómo no iba a recordártelo a cada instante? Construimos un castillo en la otra orilla. Mataste un pájaro en el monte en primavera para hacer de sus plumas torreones y cortamos miles de rosas para con sus pétalos edificar la fachada principal. ¿Recuerdas? Qué problema planteaba el puente levadizo: un hada nos sopló al oído que fuera lirios Y yo, que siempre fui tan tonta, pregunté cómo asusta el silencio de mañana si no sufriría frío el duende del castillo. No pusiste cristales en las ventanas. Me enseñaste que en los castillo medievales las ventanas los cristales. Pero me los concediste y afirmaste que la fuerza de mis ojos guardaría al duende de morir a causa de los fríos invernales. Cuando yo muera, mañana, habrá cesado el miedo de pensar que ya siempre estaré sola,
entonces no vagues por las calles, no entres a tomar copas por lo bares, porque si te ves en los cristales, si te ves reflejado en cualquier parte no verás tus ojos que yo dije llenos de verbenas, no verás tu boca que besaba sin razón, tu pelo, ¿está encanecido ahora o sigue siendo de seda como cuando te disfrazabas de pastor? Verás tu rostro de cansancio y tus ojos que murieron son sólo agujeros de metal. Me miraba. Veía un palacio de quimeras en mi rostro y en mis manos qué pena que no sirvieran para nada. Era ausencia. No de ti. Ni de él. Una Mujer me dijo un día que cuando se empieza no se acaba. Qué falsa invulnerabilidad la felicidad ¿Dónde estará ahora? ¿Dónde estaré mañana? No me mandes flores a casa. No pongas rosas sobre el mármol de mi fosa. No vagues por las calles, no escribas cartas sentimentales que sólo serían para ti. Ese sueño ese sueño que tuviste, extraño paraíso de ilusiones, lo supiste, antes que nadie, cómo muere poco a poco un corazón, cómo atrae la llamada del recuerdo aunque falso cómo guía nuestros pasos. No te pierdas mañana en historias que inventamos y apuntamos sobre el viento. Qué mentira nuestra adolescencia de payasos. Vete vete allí, mañana, sin cantar canciones tristes que no serían para mí, entra y pide aquella mesa de cartón adornada con mariposas blancas. Alguien dijo que suene el acordeón y Ella Ella nos citó en París en Primavera. Mira, mañana, a esa hora, qué miedo tengo ahora, nunca quise dormir sola y de hoy en dos auroras Pero ¿qué podía hacer yo? Qué innoble el amor cuando es simplemente ausencia, dijo aquel joven atildado, ¿agradeciste tú su mirada de cristal? Vete allí mañana y recuerda mis manos de tonta enamorada No de ti. Ni de él. Tampoco Ella tan lejana. Cuatro niños alquilaron una mesa para reunir sus cuerpos muñecos de cera. Fue a la hora de las luces. Las hogueras El acordeonista enloqueció arrancó el puñal de plata de entre sus costillas y rasgó el instrumento de cartón. No surgieron notas, sólo viento y mil espejos de color. El era. El disfrazado de rufián espiándonos desde su irreductible rostro de marfil. Agitó en el aire su pañuelo de seda. Qué grotesco su intento para hacer que apareciera no una paloma una liebre o una flor sino sólo el rostro que siempre había amado. Lo contó luego, que nos vio, brindando por un futuro, mientras íntimamente seguíamos soñando en convertirnos en gnomos y en señores de mil tierras conquistadas o en vasallos de un rey enamorado de las flores. Por qué no dijiste que te ibas a la guerra. Incluso El te hubiera dado el corazón ¿Estaba el vuestro destrozado por la vida? No el mío ni por los sueños. La canción. No cantes para mí canciones tran tristes como aquélla, no me llames esta noche, no estaré. Luego la vi. El terciopelo rojo de mesas y paredes me envolvió en la creencia de que escapa todo cuanto vuela. ¿Cómo iba a contarlo aquella noche? Me lo dijo de un tirón, anda, vete, sé buena. Hablasteis de escaramuzas y de lo locas que son algunas chicas. Peter Pan encerrado bajo siete llaves. Y murió. Abandonado en un oscuro rincón del calabozo más helado. Salió en los periódicos que al día siguiente todos los niños del mundo a la edad de siete años se sentaron. Qué duro el banco de madera tras las rejas del Banco de Inglaterra. Medían, como metro cuarenta. Eran, no viejos ni muertos estaban arrugados. Alcoholizados. No es gran cosa el alcohol. Sólo que hay noches y casas y ríos y ojos que se cierran y cuerpos que se balancean y bocas que se abren titubean y se escapan vuelan las quimeras. Las noches y las calles. Mata el alcohol, lo dijo El, que lo sabía, deshace, era tan digno, tan perfecto, no bebas, decía, vete a casa, no bebas, decía, vete al campo, no bebas, decía, porque nada alegra un corazón pervertido por la melancolía. El lo dijo aquella noche. El frío cortó la copa de los árboles y el viento trató de derribar unos cuantos edificios y vi colgados por las esquinas grandes posters luminosos anunciando la noticia de lo que ya se presentía. Vete allí mañana aguardan las estanterías de licores, los mármoles de estrías dislocadas, las palabras. Hablaban y decían y olvidaban. Y El. El vivía de las noches y de las esferas que el humo de los cigarrillos dibujaba en ellas. Habló. De Aquella Chica Qué manías qué tristes pueden ser algunas vidas. Qué miedo ahora, pero mañana nada. Quisiera que cantaras canciones tan tristes como aquélla pero no llegarán hasta el fondo de la tierra quisiera que lloraras pero las lágrimas no lograrán traspasar el frío de una lápida quisiera que con un cuchillo rasgaráis en la carne, en la vuestra que ha sido amada, que inundarais las calles con sangre desesperada, pero no calará mi fosa para calentar la mía, helada. Cuando haya muerto, amado mío, quédate como estás ahora, muñeco inerte, amodorrado bajo mi sábana, no intentes poner en movimiento tus piernas sólo llenas de serrín. Querido, querido Pinocho, quédate donde estás, besaré tu nariz tan amada, compréndelo, no puedes andar por el mundo con ella, no puedes pretender ser bien acogido teniendo en cuenta que no sabes ni hablar. Juguete que nunca se olvida, vuélvete al bazar. Cristales transparentes, compañeros de otros tiempos que no contarán historias confusas como yo las mías. Ni te dirán Querido, querido Pinocho, mañana llevaría conmigo al centro del olvido tu sonrisa de loco abandonado, tu cuerpo de serrín. Vete. El, un día, ya harto, rompió el silencio de mi vida. Se lo dijo, a aquel joven ignorante de verbenas. Aquella Chica es una loca enamorada de la vida. Esa Mujer una loca enamorada de sí misma, no me esperes a la salida del teatro porque no iré. Querido, querido Pinocho, vuélvete al bazar. Vete a ver volar los aviones. Vuelan y revientan en el aire. Y el cielo tiembla. Centellea. Y es como cuando una estrella o el corazón se desintegra.

* * *

viernes, 28 de febrero de 2014

Conil, imitación de un cielo de Eugène Boudin


Citas desinteresadas: Isabel Pérez Montalban

BUROCRACIA

Compañera, mi dosis anfetamínica:

La doctrina, el trabajo sórdido, más inútil,
por el pueblo explotado, para el pueblo ya libre.

Tú no sabes el daño que origina la luz
cenital del neón, las quemaduras
que causa en la mirada y en la piel
de quien trabaja inmerso en la parálisis,
de quien aguarda atención en las colas.
Apenas serpentea la gente con su turno.
Si conquistan un paso al frente, sueñan
que pronto llegarán a ventanilla.
Tienen aspecto de convalecientes
olvidados sin lástima en un gran almacén
de chatarra y papeles con sellos oficiales.

Mientras todos acuden a la cafetería,
en el lavabo llora un funcionario.


14 de diciembre de 1988.
Huelga general contra el Gobierno de Felipe González

Vengo del norte

Regreso de un aciago norte
dónde las serpientes allí
eran de oro
y una certidumbre de riqueza
espesaba el aire.

Pobre
siempre quise ser pobre
desde esa pobreza
que me permitiera
exigir
a los hombres
poder leer poemas
izado sobre los huesos
de los veladores
sobre las caries
de las plataformas de acero
abandonadas
pudriéndose en los puertos
traicionados por cobardes
desertores de la red.

Hay peces muertos
flotando en la superficie
del mar
esperando al pescador
que les devuelva la vida.

Mujer
en tu mirada hay un pez
que se sumerge
en las aguas profundas
si lo miro nadar
los días tristes.

Vengo del norte
camino siempre
del
sur.


lunes, 24 de febrero de 2014

Camelias blancas

Apenas tenía frente
era un animal
que cenaba flores
y pensaba en árboles
que flotaban en mi sangre.

Bebía rocío.

Apenas tenía savia
comía rocas caracoles
lombrices y palomas
y me hice amigo de un cuervo
que tomaba las curvas de la vida
con bastante disciplina de ala rota.
Aprendí de su vuelo
que el hombre siempre sabe
romperse la espalda
con elegantísima soltura.

Era un animal sobrio
al que los hombres
daban caza
de vez en cuando.
Yo era
su evidente envés.
El dorso de la mano
que los ata.

Como un fácil trofeo
me colgaban bocabajo
de sus espesos cuellos
era su amuleto favorito.

Apenas tenía huesos
era blando y yesca
ardía templadamente
en los amaneceres
como arde con tristeza la gasolina
sobre camelias blancas.




viernes, 21 de febrero de 2014

El silencio más blanco de la noche

Ya finalizo este libro perfectamente lascivo
hecho con trueques y revoques
repleto y fascinante
que empecé un día que ya no estaba tierno
un día que no tiene memoria
en el recuerdo fatigado de la noche
en las sombras histéricas de la vida
donde la historia y el hombre se degüellan.

Recuerdo sin amargura
lívido o gris
casi sin dolor de muelas
casi sin muleta coja
los nombres de ellas y de ellos
aquellas amantes y amigos fascinados
por un clima de rotunda felicidad:
eramos seres importantes
casi a veces imponentes
abrazados al tajo y la soberbia.

Nunca fueron peligrosos los atajos
que recorrimos juntos
caminamos sorteando la niebla
alguna noche oscura
y los palpables obstáculos de la carne.
Eramos seres inmortales.

Y todos nos fuimos
con cierta locura o buscando algún remedio
al silencio más blanco de la noche.
A este olvido de grapas sujetando
la armonía azul de la memoria.



miércoles, 19 de febrero de 2014

Tiempo y piedra

YO, hombre casado, harto de ser una piedra,
anémico y místico, modélico y pistacho,
de pálido a frugal,
depresivo y lleno de bárbara rutina,
en este occidente brutal y sanguinario,
he visto que te posabas, mirlo blanco,
utópico aleteo sin rumbo,
en mi desnudo hombro español,
que se prestó a extranjero,
excitado y ansioso de la cobaya dormida
que me ofrecían tus muslos.

Y como en un ocaso negro, hasta tu sexo baja,
la mirada turbia de mis cansados ojos.
Y tu mano también llegando, baja por mi muslo,
trágicamente se enreda en cruciales maniobras,
añade sal a la rutina blanda,
y logras que me sienta por dentro
como aquél hombre que un día perdí.

Pon cenizas en mi pecho, joven púber,
escribe con tu dedo sobre el polvo,
hazme un drama,
y dame tu sonrisa azul de seda íntima
ahora que visitas al bardo
curtido de tristezas,
cuarteado ya su cuero por cúmulos de arcillas
o viejas barricadas últimas,
trincheras que se inundaron de mi sangre.

Ahora que va la noche asentándose
en las cejas de mi frente,
pasa, mira, esta es mi casa;
aquí en el occidente muerto
hago los versos con la próstata
y tengo los sueños que mis ojos sueñan.
Pasa, ten, ¿qué quieres que te diga?
¿Qué cuento quieres que te cuente?
No, no te quites las ropas aún,
dame un beso en esta boca que ególatra
te pronuncia todavía,
ábrete los pechos como una virgen
y quita el miedo de mis labios.

Entra. Las puertas desquiciadas y vigorosas
de estas habitaciones amplias y vacías,
oscuras se cierran solas.

Hoy toma cinco

domingo, 16 de febrero de 2014

El otro bosque, el que no está en ti

Sujeto al oleaje en flor
de la húmeda pradera
hay un cuerpo delicado
v
e
r
t
i
c
a
l
fulminado por un hacha
y abierto a los gusanos,
buscadores de oro que horadan la madera,
digieren leña y vomitan
anémonas blancas.
¿Y en la hilatura de los pastos?
En la hilatura hay un ovillo
de hierbas secas enredado a él,
y en su corazón de heno
los brazos amputados de una marioneta.
Se dispersa
despacio
con una lentitud
de niebla 
casi ciega,
el bosque.



miércoles, 12 de febrero de 2014

Náyade milagrosa

Apareciera yo sobre abrojos clavado,
dichoso aún de mí,
de pronto sorprendido del torpe incidente,
del dolor febril que late en la trabajada carne.
Ángel avaro nunca me protejas.
Dudoso abril dichoso sé mi ataúd y mi sala.
Los muertos fueron sin labios verbos sedientos,
bebieron de los óleos el agua que no era.
Náyade milagrosa, son de clavicordio, endulza mis llagas.

Otras heridas habrá que se cierren,
mas la mía se abre aún, no sé,
supura lejanos paraísos olvidados,
un atril, cera de cirios encendidos, un golpe de jazz,
un jueves que viniera decente y sin corbata,
avispado, sereno, tan justo como el filo de un sable,
exacto como un segundo, como un minuto enorme.

Nosotros los vulgares hombres nocturnos
que hacemos fácil
un lunes de hermético traje descompuesto.
Náyade milagrosa son de clavicordio
¿sabes tú qué ruido es ese silencio que trae la noche
de aguas volcándose urgentes y precisas
entre mis brazos?







domingo, 9 de febrero de 2014

Hacer aquí algo resulta peligroso

Ya no poseo aquella belleza fea y salvaje
que me hacía necesario.
He perdido el encanto de potros y jaras
que me hacia incontestable.
Estoy lacio como hoja de lechuga muerta
y mastico las flácidas horas del feliz desenlace.

Ya no robo libros de sobrias librerías
ni busco músicas más allá de los altares.
Ya perdí la elegancia
la altiva majestad
de despojar vinilos elepés
de peligrosas tiendas diáfanas.
Hacer aquí algo hoy resulta peligroso.

Todo está bajo sospecha
aquí no se fía nadie de sus zapatos
y mira a sus espaldas
para ver si ese ruido de pasos
es el amigo aquel que le persigue.

Sabemos que siempre será tarde
para pagar tanta deuda.
Me han dejado solo
aquellos cobardes
que antaño fueron héroes
y que entonces estaban valientes
por que eramos muchos
en las calles y plazas
y detrás de las puertas.

Desde esta desolación
me subo a las terrazas
desde ellas veo caimanes
abrazándose a pupitres
que van tomando tierra.

El cielo se cubre de caínes
manzanas y cebollas
de senos y chisteras
culebras encendidas
y una mácula impura
de nombres negros
mortales
con azogue de vulgo.

Hacer aquí algo resulta repugnante.


jueves, 6 de febrero de 2014

Deuda

Tengo el corazón tan grande
que llevo las manos de un obrero
levantando paredes de ladrillos
dentro de él.
Se alzan así mis alcobas personales,
mis estancias repletas de amor,
de martillos templados y pétalos de hierro,
el hormigón que va fraguando en mí
una actitud de vencedor de derrotas.

Me di a los demás
con un aire de cinturas
y mis caderas de hombre
eran hembras que crecían verticales
en la cal endurecida de mis huesos,
y en el agua azul de mis venas.

Tengo el corazón tan grande
porque asumo la noble soledad
de una clase 
que duerme en los andamios
de una noche eterna
y plácida
de vagos sueños
que nunca se realizan.

Tengo el corazón tan grande
porque os vi
y os debo.



martes, 4 de febrero de 2014

DANIEL VIGLIETTI: ESDRÚJULO

                                              Para José Horacio Martos

Se trata cósmicos de ser más fértiles,
de no ser tímidos, de ser más trópicos,
de ir a lo pálido, volverlo térmico,
sentirse prójimo de lo más lúdico,

con verdes lápices trazar el ámbito
de lo que mágico rompe los límites,
buscar lo hidráulico de lo volcánico,
librar la métrica, cambiar de sílabas.

Y con elásticas formas anárquicas
tocar lo afónico que suene homérico,
fundar metáforas, crear la hipótesis
de que lo asmático se vuelva oxígeno.

Situar la brújula al sur paupérrimo,
armar las síncopas contra los déspotas,
cambiar la tónica por una séptima,
tocar en triángulo sones esféricos.

Y a los dogmáticos tan poco orgásmicos,
casi ni eróticos de ser tan púdicos,
a esos acríticos de sesgo andrógino
decirles "gélidos, no sean retrógrados".

Y con armónicos cantar bien nítido
contra lo frígido luchando tórridos,
con armas múltiples llamando cálidos
fondos oceánicos de lo más lúbrico.

El ritmo cíclico del vals esdrújulo
es cual la sístole que va a la diástole,
todo cardíaco de andar eufórico,
nada presbítero, más bien sacrílego.

Amando nínfulas que sueña grávidas,
el vals acróbata cruza los vértices
llamando gráciles criaturas prístinas,
seres prolíficos de lo aún inédito.

Y a los arácnidos volverlos líricos
y a sus ejércitos juzgarlos rápido
mediante un árbitro de juicio ecuánime
que encierre en cárceles impunes pérfidos.

Y los políticos de gesto tránsfuga,
los impertérritos, los siempre cómplices
caerán patéticos en lo espasmódico
cuando lo enérgico les corte el tránsito.

Con lo poético del vals arrítmico,
que está en lo crítico de sus propósitos,
no pueden síncopes ni golpes fúnebres,
ni es por patíbulos que quede acéfalo.

Ni es por trifásicas que olvide históricas
luchas titánicas por lo inalámbrico,
por lo que ubérrimo se alza eufórico
y anuncia próximos cambios históricos.

Cuando el pobrísimo tome las cúpulas
y los famélicos tomen las Áfricas
y los indígenas tierra amazónica
y los mecánicos tomen las fábricas
y los utópicos salgan del prólogo
y los daltónicos pinten lo nítido
y los chuequísimos bailen de júbilo

ya lo terrícola será libérrimo
cual ritmo cíclico de un canto esdrújulo.

Blues: John Mayall - Crying

Llueve. Llueve como para ponerse a llorar.
No tengo los azules, tengo un gris de alma
con inundaciones en el corazón. Me duele
la luz de este anochecer líquido. Y el violín
de Don Harris.


John Mayall, el bajista Larry Taylor, el guitarrista Harvey
Mandel, y el baterista Paul Lagos, el violinista Don
"La caña de azúcar" Harris, el baterista Keef Hartley,
trompetista Blue Mitchell, el guitarrista Freddy Robinson,
y Victor Gaskin. Todos en 1970. Han pasado 44 años,
y no ha pasado nada desde entonces. ¡¡Godot!!

lunes, 3 de febrero de 2014

Siervo de la gleba

Me he mirado en muchos espejos pero ninguno
como el tuyo,
ninguno como tus ojos cuando al atardecer
se cubren de sombras o cuando al amanecer
se llenan de aquietada luz,
y así somos dos seres que paseamos
el mundo desigual e injusto,
y si te miro de soslayo y tu boca se abre
para oírme,
desde los bosques
el viento trae recuerdos de cuando éramos
esclavos y tristes.

Me he mirado en tus ojos una noche,
abatido, afligido tal vez por ruidos lejanos,
provenientes de cualquier frente donde la guerra
habilita, franquea las puertas a la muerte,
mientras en las plazas los hombres
guardan un fantástico, cómplice y difícil silencio.

Yo sólo soy un siervo de la gleba.

Un apelmazado terrón,
un pedazo húmedo de barro,
criado de la lluvia y de la selva,
siervo de sus fuentes verdes,
un paria un mancebo y un clown,
y hasta a veces soy una serena y sedosa lluvia
que lubrica a las sirenas allá en alta mar,
allá donde los barcos giran y se pierden por rutas
inválidas, inútiles de instantes fáciles.
Soy un siervo de la gleba en terreno del señor,
profundo esclavo lamido a latigazos,
mi carne macilenta cruzada
por hondos verdugones y cardenales
largos y melancólicos,
hoy en este solitario día catorce
de un año que no tuvo tristeza.

Soy un pordiosero
agregado a la embajada del dolor,
al asfixiante clima de pastos y rastrojos
por donde se arrastra la serpiente canícular
dulcemente devorada por el sol,
en España y en América, en mis geografías favoritas
y mi soledad claudicante.

Yo sólo soy un siervo de la gleba
que ama tus manos
porque tus ojos me miran
asustados
asustados.



sábado, 1 de febrero de 2014

De aquel amor me quedan estos versos

…de aquel amor me quedan estos versos
- Jesús Munarriz -


De aquel amor me quedan estos versos
estas torpes ausencias de vanos esmaltados
este paso incierto de sirenas varadas
de bocas amargas y balcones a la noche.

De aquel amor sin alivio de malvas
me quedan estos versos
y estoy dispuesto a dártelos
llevarlos a tu casa dejarlos en la mesa
pedirte que te quedes por favor no te vayas
rogarte dame un beso si lloro no es por nada
o quizás por la lluvia o tal vez porque fuimos
líquida causa enamorada
heroicos transeúntes
en el resbaladizo y barroco poema
lo que no desmerece
esta historia nuestra tan de invierno
o tal vez porque llueve
y nunca escampa.

De aquel amor me quedan estos versos
que ruedan como piedras
o vuelan como plumas
o son papel mojado.
Estos versos que no me cuestan nada
si acaso un arañazo que deja algún pasado
y cura en cicatriz con el paso del tiempo
del tiempo inacabado.