viernes, 24 de octubre de 2014

Más allá de las silvas

Se va secando el alma de las cosas distintas
y una piedra en los ojos te impide ver
las llanuras sus pastos las aves los nidos
un insecto de cobre
o un reptil en mi vientre.

Veo tu frente alejarse por un horizonte blanco
más allá de las silvas
en las que enredas -cabellera de miedo-
las cosas sencillas que nunca comprenderás.

Se hace libre y distinto el paisaje
porque nunca contó contigo
nada le importó tu mirada extrañada
para organizar su verde humedad
donde el árbol crece o muere
sometido a las lluvias
que nunca te mojarán.


4 comentarios:

Shandy dijo...

Me gusta este poema, profundamente melancólico.

Dicen que las cosas sencillas no tienen fácil respuesta... Yo me pregunto si siempre hay que dar respuestas. No lo sé. Yo siempre tengo más preguntas que respuestas. Pero pienso que "las cosas sencillas" basta con intuirlas, sentirlas, vivirlas...

¿De qué árbol en flor?
No sé,
¡pero qué perfume!

besos

Tomás Rivero dijo...

Sobre todo si lo decía un poeta del haiku como Matsuo Bashō. Tal vez las cosas sencillas no sean fáciles de sentirlas, vivirlas.. como tú dices no tienen fácil respuesta.. Pero "de qué árbol en flor, de qué perfume.." te lleva al conocimiento, al origen de lo que puedas presentir y conocer. El perfume es importante, pero el árbol que nos lo ofrece a través de sus flores también. Es posible
que el poeta japones tenga razón, aunque un haiku no sepa nada de cómo se planta un árbol, una flor... ¿o tal vez sí?

Un beso, Shandy.

Shandy dijo...

Claro que es importante la pregunta, revela un afán de conocimiento, de querer entender. Pero la falta de respuestas -con la palabra- no debe impedir nunca el disfrute de un perfume.
El poema se revela con palabras, pero la poesía se nos revela con los sentidos, con los cinco y alguno más que no ha sido nombrado. La respuesta puede ser simplemente emocional. Y a esa respuesta es un poeta - antes que un filósofo- quien puede ponerle palabras.

Besos

Tomás Rivero dijo...

Un día paseando de noche por la perfumada ciudad de Conil, llegó hasta mí un perfume sensual de "dama de noche". Me gusta perseguir los olores que provienen de la cal, y este me llevó por estrechas calles hasta un patio de vecinos. Vecinos todos ellos de condición humilde, pobres de solemnidad, esos pobres que solemnes llegan a fin de mes sabiendo que a junio le sigue julio, y a este, otro agosto que les agosta. Ellos tenían el día y la noche como patrimonio, un patio de vecindad con gatos y tiestos y una dama de noche de cuatro metros de altura. La planta tan sólo tenía la bondad de la noche para exhalar su perfume, y la luz del día para crecer y mostrar así toda su riqueza.
A esto algunos poetas (filósofos) le llamamos "relación dialéctica": uno (como planta) era pobre en la riqueza, y otros (como pobres) eran ricos en la pobreza. Se complementaban, es decir el uno existía gracias a las carencias del otro: el uno y el otro que el mismo es.
Es cierto, el poema se revela con palabras y tiene un “contrario”: la emoción. Lo difícil está en dilucidar qué fue primero, si el poema revelado o el poeta emocionado, que ante la disyuntiva poema-poesía, para poder nombrar “inventa” los patios con gatos, tiestos y damas de noche.
Seguir haciendo poesía tiene el “aliciente” de poder encontrar algún sentido nuevo, inexplicable, que añadir, a esos cinco tan comunes, y que a veces ostentamos con cierta soberbia.

Un beso, Shandy.