El atril que araña las páginas,
el violín que inventa su lágrima enorme,
y la ola que busca su playa para fenecer,
los tres igualmente me producen
este gigantesco dolor de paisajes
inacabados o bocetos que se tensan.
Siempre igualé mi lengua
a la áspera palabra
deformánse en la tela.
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