domingo, 26 de febrero de 2012

Afeitarse junto a un libro de poesía

Afeitarse junto a un libro de poesía,
suicidarse frente a unos huevos fritos,
subirse el cuello del gabán mientras llueve fósforo,
tender un puente entre dos caudalosos ríos,
poner un palo de mástil sin bandera,
acodarse con firmeza a la barra de la noche
y ver cómo pasas tú por ella
sin prestar atención a las mansas aguas
que dejaron cicatrices en mis ojos.

Retrato así perfiles, disociadas líneas
de una tarde abundante en noches tristes,
la supuesta armonía, los recuerdos,
esos gestos absurdos que la memoria hace
para olvidar que no puede morir.
Reconocer que la derrota es una amiga,
el triunfo de hombres lobos desdentados de noche.

Y cuando creo que te has ido, regresas
-tomas de mí la ausencia-
para con tu lengua en mis labios
al oído, decirme:
toma ten toca mira sube dime
adónde vas a caer desfallecido de mi
y yo de ti qué dejaré de ser
hoy que soy mujer para siempre.
Amor.

2 comentarios:

Paloma Corrales dijo...

Ando buscando palabras, hoy he perdido un saco lleno y no eran palabras vanas, no: he perdido un tesoro.. Tus versos me reconfortan.

Gracias por ello.

Tomás Rivero dijo...

Toma todas la que quieras. Como bálsamo. O también como un tesoro. Todas tuyas.

Besos, Paloma.