martes, 14 de febrero de 2012

Pangea / Doc

La sangre humana contiene la misma proporción
de sal que el agua de mar.
Cuando uno se enamora se liberan olores
que estuvieron dormidos durante años
líquidos y flujos anuncian nuestra predisposición
a someternos
trascendiendo a través del otro
creemos transgredir la vida.
Así me dirijo al hombre,
haciéndome agua junto a la roca donde duerme
voy poco a poco destruyéndome
así inicio el final así nazco para morir luego
así lo soy todo y nada
existo y muero a la vez
soy para dejar de ser
nunca antes tuve rango de espanto
hoy vivo renaciéndome acusándome
mirándome dándome mimos
dedicándome a ser onanista
un mundo pequeño de placeres solitarios
ante mis ojos
el mar es mi lágrima convulsa
itinerante vengo a ti a rogarte
dándome
diciéndome con piedad de risa:
tengo miedo a descubrir qué me hace oculto
clandestino de carne huesos
estos huesos esta carne
la mía
yo
la de nadie.