domingo, 30 de septiembre de 2012

Eyácula

Entreabrió los muslos de Zarza con sus manos fuertes
y separó el canal mojado y palpitante.
-Rosa Montero-

Ella quiso que él le diera
un pedazo de carne en carne viva,
el semen excesivo que la ahogara;
su hueso más lejano cristalizado
en largo esperma,
la sustancia de hombre comprometido
con este crucial tiempo compartido:
suyo, de él, de ambos.

Notó que la carne dentro de su carne,
salvaje, nervuda se tensaba.
Un férvido látigo fue su colosal eyácula,
que copiosa la dejó inmersa, dolorida y anegada,
en un silencio de hombre y de tristeza.


2 comentarios:

Shandy dijo...

Y la carne se hizo verbo: nada fácil describir una Eyácula.

Ardoroso -o férvido- el miembro nasculino que ilustra el poema. He leído que en Bután se pìntan penes en las fachadas de las casas para proteger a sus habitantes de los espíritus. Esta pintura parece uno de ellos?

Rivero: felices Eyáculas poéticas y a protegerse de los espiritus malos

Tomás Rivero dijo...

Sí, En Butan se pintan las paredes de las casas para protegerse de los malos espíritus, y este es uno de ellos, efectivamente. Y como bien indica la etiqueta.

Nada fácil describir una eyácula. Lo poco que sé al respecto lo dice el poema: carne y verbo.
Yo me callo.

Buenas noches, Shandy.