martes, 20 de agosto de 2013

Apéndice para un epílogo

Ciudades sagradas pasadas a cuchillo,
el fuego de las nicotinas,
el alcohol de garrafas espurias,
las metrópolis troqueladas a puño,
por toneladas de hierro caminan
felinos en llamas,
escarba el toro sobre los escombros
tras cosechas perdidas,
un león acaricia al oso en su guarida,
desde el mar viene un viento cálido
una sal áspera;
huellas de panteras en la arena,
los ciclos se repiten
señalan a épocas remotas
hacen áreas,
ciclópeas murallas, sus perímetros
dibujan círculos, pirámides
y sombras, laberintos,
infortunios de besos ya besados
donde viven labios como llaves
abriéndose puertas como bocas.
Cerrándose, un corazón plantea
que no quiere acabarse,
y grita que ansía
otro mañana
de silenciosas pisadas de elefantes
sobre el asfalto negro de la noche.


2 comentarios:

María Socorro Luis dijo...


Me temo que ese otro mañana que yo -y tú, mucho mas joven,- vivimos, ya no va a volver.

Y es una verdadera lástima.

Besos, como los de entonces.

Tomás Rivero dijo...

Lo que volverá no lo sé, Soco, pero desde luego el hombre debe aprender a ocupar el rango que le corresponde en la escala animal, sin duda.

Un beso con futuro.