martes, 25 de octubre de 2011

Anónimos

A lo largo de mi vida
fui firmando poemas con nombre falso
y algunos conocieron a un Tomás Rivero
que a mí me es desconocido.
Mi nombre nunca apareció
en los papeles. Conseguí ser anónimo.
¿Qué se pretendía?
Sinceramente: escurrir el bulto,
este bulto sospechoso que despierta el recelo
de lo que se ignora.
Se pretendía dar la cara de otro.
Odio la gloria. La fama. Ser señalado:
"Ese es el poeta que no merece
ni su nombre de pila, y menos el de poeta".

Quería ser un desapercibido. No estar.
Ser un anónimo. Dos. Tres.
De eso se trataba.
De esta manera al morir yo
ellos quedarán aquí
puesto que nunca existieron.


4 comentarios:

HOSTAL MI LOLI dijo...

Hay que dar la cara y nada de anónimos y menos en los poemas ,por cierto en la foto estás muy bien. Besos.

Tomás Rivero dijo...

En la foto tal vez, en la realidad no estoy. No existo.

Un beso.

Anónimo dijo...

...sagerao eres, mi arma, se te ha pegao to' lo de por aquí (por lo de "no existo").
El poema me conmociona, y además lo comprendo muy bien, y además me identifico con él.
MUA...¡remuá!

Tomás Rivero dijo...

Tener anónimos por aquí, que dejarán de escribir cuando yo muera, me causa un extraño complejo de asesino de las letras.
Lo que más me agrada es que lo comprendas, Sofía.
Besos.