miércoles, 11 de mayo de 2016

Los otros

Todo empezó en una ceja.
Después el dolor de la sospecha
se trasladó a un costado
pues es en los costados donde anidan
mejor las desconfianzas.
Con el tiempo estaba seguro
que era cierto:
en aquella parte de su cuerpo
no sentía las caricias
y la ceja quedó arqueada para siempre.
Esta vez el dolor se situó
entre los dos ojos que con el tiempo
comenzaron a marcar una arruga
insistente en la frente: cuando pensaba
pensaba siempre en otros.
Un día lo encontraron caído y solo.
En franca minoría se muere siempre.
Murió con las manos metidas
en los bolsillos del pantalón
y una larga hilera de preguntas
manando como lágrimas de sus ojos abiertos.
Al retirar el cuerpo
se oyó un ruido de hojarasca
como la huida de insectos entre la basura.

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