lunes, 17 de noviembre de 2014

Dómine y Máscara

Con destreza inusitada

arrojó lejos de mí el doloroso cosmético,
el artístico carmín,
el perfil de lápiz
que en un largo y laborioso maquillaje
había dibujado ante el espejo,
y sobre la colcha de la cama entabló
un cuerpo a cuerpo de besos
con la otra.

Yo lo contemplaba todo
desde una lágrima enorme
de rodillas postradas,
desde la más triste desnudez
de unas frías y frágiles caderas
derramándose
a lo largo de la alfombra.

Y quise sujetarla, como se sujeta
la noche y sus embozados 
misterios.
Abrazarla, como se abrazan
las sombras que van a perderse
para siempre en la otra luz,
secuestrada en los ojos cerrados
de la vida.



4 comentarios:

Amando García Nuño dijo...

A todo esto ¿qué hiciste con el cosmético y el carmín? Quizá puedan servir para otra ocasión.
Abrazos, siempre

Tomás Rivero dijo...

Está muy claro Amando, se los quedó "la otra", guardaditos en un bolsillo de su corazón, sabiendo que no volverá a haber otra ocasión.

Abrazos siempre, aunque vengas de tarde en tarde.

Shandy dijo...

Los espejos son tan atrayentes y seductores como repelentes y odiosos. Hay que tener coraje y fortaleza para enfrentarse e imponerse a esos nos-otros que nos enfrentan con mirada retadora.

Mira este corto hasta el final. Hasta que acaban los títulos de crédito.

http://youtu.be/PDYyiZuYyMc

Tomás Rivero dijo...

En este caso -en este poema- él trataba de amar a la que no se veía en el espejo, salvarla de un "ella" que él no deseaba.

Sí, los espejos son peligrosos si no eres capaz de abofetear al que no eres. Hay otros que nos miran más allá del azogue.

En este corto que me dejas, el final es muy aleccionador: nadie se salva del "maquillaje".

Besos sin maquillaje, Shandy.